sábado, 16 de mayo de 2015

Funicular de la Paz




Funicular de la Paz


Seguramente el funicular de La Paz es una metáfora funcional que les ha regalado el gran pájaro de los montes. Probablemente es una recurso elaborado por los dioses andinos que han encontrado en el vuelo del cóndor la solución a un desastre urbanístico de gran magnitud.

A quién se le ocurrió la idea de crear la capital del estado en aquel valle de cortes abruptos...

La ciudad tuvo sus inicios proporcionados cuando era un pequeño valle surcado por varios ríos auríferos. En aquellos parajes ya había actividad humana y la presencia de los nuevos colonizadores parece ser que no se dio de manera abrupta. Prueba de ello es que la construcción de la iglesia de S. Francisco, hoy centro de La Paz, se hizo fuera del damero o cuadrícula de la primigenia ciudad española.



La ciudad es una muestra evidente de la activación de potencias incontroladas que se generan con las conductas colectivas. En ocasiones esas fuerzas producen tanta energía, tanda adicción al lugar y tantos intereses para crecer de manera convulsiva, que se hacen cuerpos vivos en si mismos. Los paceños son grandes amantes de estos cerros cubiertos de ladrillo, tanto que luchan con pasión hasta convertirlos mentalmente en una de las maravillas del mundo.


Por su posición, La Paz se convirtió en una plaza estratégica entre Oruro, Potosí y Cuzco y eso la hizo ser una ciudad sitiada en algunas ocasiones y muy valorada en otras. El nombre le viene de tiempos de las colonias, cuando dentro del imperio había guerras civiles por disputas de poder. En este caso fueron por las aplicaciones de la nueva ley en la que se prohibía la esclavitud de los nativos y ponía orden en las haciendas. La ordenanza la dio Carlos I a Blasco Núñez Vela, primer virrey de Perú. Los conflictos se cernían entre terratenientes de la época, los hacendados partidarios de repartirse el poder, motivo que alentó al insurrecto Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco Pizarro a la guerra. Con la firma de la paz de ese conflicto se ganó el nombre y se convirtió en una ciudad que aglutinaba fuerzas andinas desconocidas. Pienso que a de ser así, de ser otra manera no se entendería como se ha podido dar ese crecimiento continuado en aquel lugar. Ha sido un proyecto vital desde el inició y ha pasado a tener un crecimiento vírico en los últimos cincuenta años.



Según explicaba un mapa en el centro de la ciudad, en los inicios de la colonia los lugareños vivían en un lado del río y los nuevos colonos se instalaron en el otro lado. El crecimiento se dio de manera exponencial e hizo de la ciudad una urbe multicultural donde conviven tanto aimaras, quechuas y mestizos, como personas procedentes de otras partes del mundo.



Lo que más destaca de La Paz es el desorden de sus calles, la idea de ciudad inacabada en sus fachadas, nerviosa en sus pendientes, estridente y trastornada en el transito. La forma de embudo del valle ha hecho que el centro, donde está la catedral, se desparrame fugaz pendiente abajo y le proporcione una estructura serpenteante, con múltiples entrantes y alargada siguiendo en cauce de río. A vista de pájaro ya se han perdido los ríos, se han nublado los cerros y el orden de la ciudad se pierde en la anarquía de los tejados.

El fenómeno interesante de La paz no esta en la ciudad del valle si no en el Alto. El crecimiento vírico ha hecho que las casas trepen por las laderas como madreselvas de ladrillo. Con esa conducta vegetal coronan la cima y se desparraman por el altiplano. Actualmente el Alto ya es más grande que la Paz y seguramente es más decisorio en asuntos políticos que el viejo centro.

En esta visión de pájaro se enfatiza especialmente como las casas trepan por las abruptas laderas y cubren los montes, las casas se superponen las unas sobre las otras y las calles avanzan serpenteantes y se convierten en callejones y escaleras rotas. Pendientes tortuosas que en ocasiones se desploman y que proporcionan la sensación de estructuras tambaleantes que ascienden en precario equilibrio, senderos necesarios que gatean hasta llegar a la cumbre. Una vez arriba, la ciudad se expande mansa y ordenada: es como una inundación de ladrillo que quiere cubrir todo el altiplano.


Visto el resultado cuesta creer que esto haya sido hecho por la voluntad de los hombres. Impuestas las condiciones del lugar, impuesto una atracción salvífica a todos los habitantes andinos, impuesto un desnivel en el suelo de más de 4000 metros, impuesto unas condiciones donde no es posible la construcción del metro, obligados a comunicar las partes en una ciudad de dimensiones inabarcables y teniendo que hacerlo sin destrozarlo todo, se puede pensar que ha sido el espíritu del cóndor el que ha tenido que imponer las soluciones: la ciudad sólo se puede articular por los caminos del cielo...

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