martes, 14 de abril de 2015

Las minas de Chuquicamata.




Las minas de Chuquicamata.

Desde mi años de formación, cuando hacía las indagaciones por el delta del Llobregat, las riberas del Besos y las montañas del Garraf: las canteras, las cuevas, hitos y farallones, han sido el punto de encuentro con lo que en un periodo posterior he denominado "realidad estética". El trabajo ha sido fundamental en mi labor como escultor: ha creado un compromiso vital y me ha dado lo mejor de la vida. Han sido experiencias inolvidables como las que estoy narrando estos días fruto del viaje a Bolivia. En su momento fueron un atractivo estético de gran interés: hubo situaciones emocionantes y documentar aquellos motivos me ha parecido un trabajo de investigación personal que he querido seguir a lo largo de los años. Al principio no tenía una metodología ni el cuidado de dejarlo ordenado, pero cada vez más y ayudado con las nuevas tecnologías quiero dejar un patrimonio documental mínimamente anotado: este blog es una buena bitácora. De aquella época quedaron experiencias que me formaron y que recurro a ellas aunque hoy todo es diferente. Como viene a cuento ahora recordaré una de ellas relacionada con el motivo del viaje.



Camiones para sacar el material. Mirar el tamaño de la cabina.

Anava per les muntanyes del Garraf i vaig trobar una cavitat molt a prop del lloc on feien l'extracció de la pedra per la fabricació del ciment. Aquestes van ser les pedreres i l'escenari d'assaig de canten les pedres. Semblava evident que era un refugi, però el terra era net i no hi havia presència humana enlloc. Crec que es feia servir per aixoplugar-se de les pedres que volaven amb la força de les explosions, les quals arrancaven el material de la muntanya amb mossegades de violència espectacular. Milers de tones es desprenien en un instant i quedaven implicades en la història del lloc com una nafra incurable. 


La Cargadora Pequeña...

Nada hay que iguale la potencia que emana del hueco dejado en la montaña, el zarpazo violento de las máquinas y el agujero dejado es una herida que exhala dolor como una matriz interminable. Cuando estás dentro del hueco parece que la materia ausente se desplomara sobre ti y aquella presión te empujara hacia arriba, te eleva hacia una reflexión superior. Es una gravedad inversa que causa un efecto liberador y la herida de la montaña se convierte en templo iniciador…

Uno de los objetivos del viaje a Bolivia ha sido poder visitar las minas de Chuquicamata. Tenia dos motivos importantes para ir a ese lugar, el primero ya queda explicado, el segundo es que he sido fundidor y seguramente el cobre que he gastado ha salido de allí. Las minas de cobre de Chile son las más grandes de la tierra y ellas son las que han gravado una imagen colectiva sobre como es una mina a cielo abierto…

Las casas de los mineros devoradas por la mina...

Mirar aquel vacío no deja indiferente a nadie: las rocas se desmoronan en un orden prefijado y el polvo forma parte de su aliento. Es un pozo abierto de mil metros de profundidad, siete mil de largo por cinco mil de ancho: ¡un espectáculo! Se accede al material por una rampa en espiral que serpentea hacia abajo hasta llegar a un punto indefinido que invita a seguir hasta perforar la tierra: ¡creo que tienen que parar! Es tan poderosa la intervención que el hueco genera corrientes de aire que salen en estampida por los limites de la montaña.

Las máquinas son gigantescos monstruos de hierro, cada camión eleva 140 toneladas de material que desplazan hasta las zonas de procesado. La cargadora no se queda atrás, le es suficiente con dos cucharadas para que una hilera interminable de camiones no tengan que esperar ni un minuto.

El campamento minero, el poblado de otros tiempos, es una llamada a la melancolía. Ahora no vive nadie, los mineros y sus familias están todos hospedados el Calama. En su día vivían aquí, tenían supermercados, cines, cafeterías, escuelas, jardines… Los niños que crecieron en él son ahora los turistas visitantes que quieren ver como sus casas son devoradas por las morrenas que forma el material sobrante de la mina.

Esta es la mano de hombre fuertemente uncida con tenazas de acero. Es la que ha roto la alianza con la naturaleza y draga las montañas por unas pepitas de oro: ¡no pararemos nunca!

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