jueves, 9 de abril de 2015

El salar de Uyuni


El salar de Uyuni

Hacía tiempo que lo tenía en la mente, el salar de Uyuni era un lugar que ilustraba una pregunta que me obsesionaba: todo empezó  cuando me pregunté sobre el rostro del horizonte. Era un tiempo de búsquedas y encuentros, cuando leía a Eugenio Trías sobre la filosofía del límite y me entretenía escuchando el crujido de las piedras. Quería conocer por propia experiencia hasta donde alcanza la vista cuando se pierde en el cielo y esa visión si sirve como metáfora para definir el saber: si es posible cruzar ese límite, iluminar sus penumbras con las llamadas de la intuición.


Horizonte
El horizonte del salar de Uyuni ejercía un poderoso atractivo sobre mi, era el lugar donde se encuentran unidos el cielo y la tierra, uncidos por una línea que en ocasiones los confunden. El salar configura una metáfora magnífica y acompaña el momento de un espectáculo inolvidable. Es el lugar donde la luz se muestra sin distancia y donde la pureza de los cristales de sal presenta un lienzo asombroso a la mirada. Pisar su suelo es "macular" una de las maravillas de la naturaleza con la gran satisfacción de que ella repara las heridas en pocos días… Haber estado allí y poder constatar lo que ya presentía ha sido un regalo más, una ofrenda a los sentidos que estimula y justifica lo que me queda de vida… A la experiencia le acompaño una reflexión de hace ya unos años que aquí viene a cuento recordar: la naturaleza ha sido mi gran biblioteca...



La memoria y la nada
Hay aspectos en nuestra vida llenos de poesía: ellos son motivo de preguntas sin respuesta. El misterio del mundo se presenta sutil ante nuestros ojos, nos dice todo en un instante y justamente ahí, en el núcleo del enigma, entre su voz ordenada y directa emana su fuerza y poder. Ahí es donde nace de manera embrionaria la expresión artística y donde recibimos la gran lección estética.


La memoria
La memoria perdida de las cosas, la memoria relegada, la que queda cosida en los límites de la intuición, es la tierra prometida del creador. Ésta queda cosida en las fronteras de la intuición y en esos límites, tenemos que encontrar los espacios abiertos para afianzarnos espiritualmente y sobretodo, para sentir una relación nueva con el mundo. Los confines de la realidad se pierden justo donde acaba la comprensión racional de la misma, los que presenta la obra. En su indescriptible misterio es donde se agotan los registros de la intuición.


La materia
Hemos de convenir, que los límites de la materia se encuentran en el extremo sinuoso de conocimiento. Ahora lo podemos localizar donde aparecen y desaparecen las partículas atómicas y ya ante los ojos donde aparecen las primeras organizaciones moleculares; los cristales de sal. Ellos forman un laberinto de espejos, un escenario transparente y asombroso que nos llega a conmover…

Dicho esto contemplo los limites del salar y me pregunto si es posible igualar su grandeza, su perfección. Si podemos entender plenamente como las fuerzas que se contraen en aquella extensa superficie tienen la precisión de un pensamiento ordenado, una métrica precisa en forma de hexágonos.

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