Epílogo del testamento
Mis ciegas milicias hacen sonar las
calimbas: son felices mientras termino de redactar los cinco libros del
testamento. Entre tanto en la plaza mayor suenan los caracoles: junto a las
chirimías repican las campanas, los tambores y los huesos de los muertos.
Las
guerras son reguladores de ímpetus morales, propósitos éticos y despropósitos
estéticos. Ellas catalizan las miserias humanas para hacerlas epitafios en
piedra de tumbas enmohecidas. Pero nada como la naturaleza para poner las cosas
en su lugar, para expresar de manera terrible el testamento de Caín. Estamos acosados
por los temores crónicos: el cáncer, el sida, el ébola, la malaria, el hambre,
la sed, la ignorancia y el abandono. Mientras tanto la naturaleza tiene el
poder de quebrar el reloj de la vida y poner los segundos exactos que a cada
cual designa y merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario