sábado, 19 de julio de 2014

El cuervo y yo

El cuervo y yo. Fragmento de un sueño. 23 de junio de 2014 Baikal.

El cuervo y yo
Cuando era niño y vivía en La corona: un barrio de Ejea de los Caballeros, las traseras del corral daban a la Cantera; era un vertedero natural donde todo se reciclaba casi al instante. Era también el WC más suntuoso que he tenido nunca; la luna, el sol y las estrellas iluminaban aquel acto sagrado que hacíamos en grupo aventados por el cierzo. Cuando íbamos a “evacuar” siempre lo hacíamos acompañados por una manada de cuervos y eran ellos los que se encargaban de dejarlo limpio y dispuesto a empezar de nuevo… Esas almas negras me han seguido el camino en muchas ocasiones y hasta han aparecido en los sueños y relatos. En cierta ocasión hice un relieve de bronce de proporciones considerables con este tema: "El cuervo" 1989. 
Después del año 1973, cuando empecé a indagar sobre los lenguajes estéticos, especialmente los que desprendía la naturaleza, el encuentro con los cuervos ha sido un no parar. Mi vida ha sido un sendero de hallazgos apasionados y coincidencias asombrosas con estos voladores negros. Hasta cuando hacía los cimientos de la casa de Castellvell, cuando cavaba la roca y extraía los fósiles como si fueran regalos del pasado; ellos sobrevolaban la obra y estaban siempre vigilantes... Mientras ese hallazgo extraño ocurría, otro cuervo me observaba y hablaba desde un muro de piedra que hice para aguantar las tierras. (De este tengo fotos pero no se donde paran...) Justo en aquel lugar construí mi espacio de reflexión y bajo una cúpula en forma de huevo trabajé los años más decisivos de mi vida. Aquellas obras se expusieron en el Espai 10 de la Fundació Miró, el año 1980.
El proyecto se realizó y se construyó la vivienda donde se criaron mis hijos. Fue un lugar que disfruté y sufrí durante 18 años y que ahora recuerdo como parte del pasado; de todo aquello sólo me pertenecen los recuerdos.
El encuentro con lo oculto ha sido una actividad incesante y eso me sorprende tanto que tengo que agarrarme a los pernos de la razón para no caerme. De aquellas excavaciones salió un capazo de moluscos y especies marinas lleno a rebosar. Salían de todas las clases y no podía dejar de pensar que allí me esperaban, miles de años hasta hacerse piedra justo donde había de hacerme el taller…
De encuentros sorprendentes, de cruces misteriosos y realidades incomprensibles y ocultas tengo para contar y no parar. Cuando llegué a La Comella por primera vez, otra manada de cuervos rondaban y cantaban por los tejados, realmente los dueños del lugar y se hacían temerosos. Ya he escrito varios relatos sobre la fauna que vivía en la vieja casona y más concretamente el misterio que desprendía el lugar. Antes había escrito los “Cantos del pájaro negro” y veo que con el transcurso del tiempo todo va quedando hilvanado y cosido.
De todos estos encuentros inquietantes, oscuros y siniestros, sobresalen los pájaros y se encarnan en áreas oscuras de la mente. Destaco especialmente algunos que experimenté mientras hacía el trabajo de “Fénix o la ciudad del Sol”. A ellos os remito y si los encontráis de interés los podéis compartir conmigo los días de hastío 
Ahora explicaré un hecho reciente, este parece increíble pero es cierto en la medida que los pensamientos lo son.
Mientras estaba sentado en una de las rocas que bordean el Baikal, me puse una piedra pequeña en la cabeza para sentir su gravedad. Sentado y sereno quedaba situado entre los dos cascajos rodados; de esa manera quería dialogar con el lugar. Escuchar su gravedad y sentir como me atravesaban sus leyes universales, sus razones permanentes. Pensaba que esta era su voz y deseaba establecer con ellas una conexión directa. Mientras estábamos en pleno “diálogo” me dormí; no se cuanto tiempo duró pero quedé profundamente instalado en el sueño. Emergí de aquellos páramos oscuros hasta que en el resplandor del duermevela apareció un cuervo. Yo no lo vi, este se posó sobre mi cabeza y empezó a graznar…

Cuag, cuaagg, cuaaaggg.
Triunfo de la locura
En el jardín de los bobos…
Cuag… cuaggg.  


Eran cantos que traían malos presagios, pre-aullidos de un tiempo que se adornará con lágrimas…

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