domingo, 18 de agosto de 2013

Manole y Ana


Rumania. Monasterio, Curtea de Arges. Construido por Manole y patrocinada por el rey Basarab I. 1520
Manole y Ana
El homenaje al escultor Brancusi ha sido un regalo del destino en un momento oportuno; él fue para  mi un referente en la primera fase como gestor de la materia y después un creador respetable que no he dejado de admirar. En la invitación que se nos hizo para honrar su memoria no había condicionantes, yo he planteado el tema como un recordatorio a su trabajo y a sus ideas y no me he visto obligado a ninguna otra consideración. Nada era cuestión obligada, los convocados teníamos libertad de acción y podíamos hacer aquello que creyéramos más oportuno.
Personalmente lo tenía bien pensado y era una obra para ser gestionada en poco tiempo y con escasos recursos; ¡no ha podido ser! A cambio he realizado una pequeña obra en mármol con la forma de estuche o piedra fundacional y a la vez un sillar para futuras ideas. En su interior deposité unos versos escritos sobre una plancha barro y aunque no son un secreto, no viene a cuento hablar de ello. Eran palabras dirigidas a él y sólo Brancusi tiene acceso a su pleno contenido… ¡quiero pensar que sólo él puede entender el “tono interior” de mis palabras…!

Palabra para Brancusi, Marmol griego, cobre y barro. 28x28x30 cm. 2013

En la primera idea quise recrear una de sus obras más sencillas, humanas y conocidas, “El beso”. Lo quise hacer  de manera diáfana y directa; un hombre y una mujer se daban un beso mientras yo, con piedras y calma, realizaba un muro circular hasta llegar a cubrirlos totalmente. Como segunda lectura de la obra y encarnada en la tradición rumana aparecía la balada tradicional que evoca al constructor de catedrales y mausoleos. Se llamaba Manole y lo más destacable en su vida fue la tragedia que tuvo que experimentar, el sacrificio personal que asumió para la consecución de su obra.
Explica un poema popular de Rumania que allá por el 1500, Manole estaba construyendo la catedral de Arges; centro de la gran extensión de tierras de Valaquia. Parece ser que el edificio caía al ser levantado y tuvo ordenes directas del rey Basarab I de que el edificio tenía que ser el más bello y sólido de Rumanía. Para soportarlo y darle mayor grandeza y gloria a la construcción recurrió a los medios mágicos y religiosos de las tradiciones antiguas; los sacrificios humanos. Fue entonces cuando se oscureció el páramo de su destino y a su vez se hizo la luz en beneficio de la obra. Manole tuvo que realizar la mayor ofrenda que cualquier persona pueda hacer ante los designios de la vida. Reunió a los albañiles que trabajaban allí y entre todos acordaron que la primera persona que al día siguiente se acercara a la obra la emparedarían entre los muros maestros. Este sería el sacrificio para la glorificación del templo y el beneplácito de los dioses. Aquella noche los albañiles avisaron a sus familias para que no pasaran por allí en la hora indicada, en cambio Manole dejó en manos del destino lo que tenía que suceder. Al día siguiente fue su mujer la primera persona que se acercó a la obra, llegó con una sonrisa en los labios y encontró el veredicto de su muerte. Ana estaba en cinta y traía la noticia del nuevo ser. Fue así como el azar puso ante Manole el lienzo doloroso del deber y la tragedia. Le explicó a Anna lo que tenían que hacer para la glorificación del templo y la fortaleza de la fe, debían asentar los muros sobre la base del amor y el sacrificio tal como habían planeado. Ana lo entendió, estuvo dispuesta y confió en la petición de su marido. Manole llevó acabo el plan y emparedó a Ana en uno de los muros donde todavía se lee la inscripción que cita el acto generoso de su mujer…
En la creencia popular, en el imaginario de los poetas y la liturgia de entonces, esta fue la manera de bendecir el lugar y fortalecer los cimientos de la construcción. La verdad es que nadie puede substraerse de los sucedido y Ana quedó en el espíritu del lugar. Los muros aguantaron las cargas y presentaron unos lienzo decorados con exquisitos ornamentos, arabescos caprichos de gran belleza y feminidad. Todavía hoy se puede contemplar como de sus torres se destila el amor en todo su esplendor y como resuena en el aire el sacrificio y entrega de los dos amantes.

El edificio recuerda un mausoleo ricamente enjoyado con un expresivo retorcimiento en dos de los torreones, quizá es la muestra de un extraño proceder entre dos enamorados que aún se besan en la eternidad... Ana fue sacrificada por la belleza del templo y también como ejemplo de que nada grande y admirable puede surgir sin dolor.  Los poetas de la época lo narran de muchas maneras pero en todas dan a entender que el sacrificio de Manole y Ana son los que hacen de la obra un hecho singular e inmortal.

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