sábado, 27 de abril de 2013

El arte

Piedra en la penumbra de la Capilla Turkana. 2004 La Comella


El arte
Animados por motivaciones naturales y apoyados en nuestro desvelo, igual que se formuló la idea de dios, bajo su sombra, también hemos “instaurado el arte". Ha sido una actividad laboriosa y enriquecedora que ha proporcionado sentido a la vida y ha despertado energías individuales y colectivas sorprendentes; las grandes obras han transformado las dimensiones humanas y han construido la historia con referentes admirables. Ha sido un modo de aprender por medio de la intuición, de dejar fluir los pensamientos en libertad y de sacar conclusiones posteriores. Estas cualidades son comunes al resto de los seres vivos, la estética es un instrumento de seducción, reclamo, defensa, poder, miedo, engaño, evasión, etc. Estos valores son vitales para sobrevivir y explican que el impulso creador es consustancial a la naturaleza. El acto creativo tiene sus causas en la mejora de la adaptación, la comprensión del medio y el acoplamiento con él. Los humanos lo hemos “creado” a nuestra imagen y semejanza, así es como podemos pensarlo, vivirlo y adaptarlo al mundo que sentimos. Es partícipe de la construcción mental y espiritual que nos avala, con él se ha resuelto parcialmente el juego de lo real y se ha instaurado los límites del gran misterio.
Sabemos que la realidad es un enigma ya que no sabemos qué es pero estamos obligados a formularla; en la obra siempre se presenta como hipótesis a desvelar. Se trata de una singularidad extraordinaria y me atrevería a afirmar que es el gestor de la visión que tenemos de las cosas, una manera de interpretar que ha formulado conceptos brillantes y que ha modelado la vida en sociedad. En ocasiones nos emociona al encontrarnos reconocidos en un cuadro, en un edificio, una escultura o unos versos. Su existencia es fundamental en el encaje del imaginario personal, en la superestructura social y en la cohesión de la vida colectiva.
¡!El arte es necesario...

Sus argumentos
Le llamamos arte aquellas obras que hablan con la presencia de lo absoluto y su voz nos emociona, nos llena de incertidumbre, de presencias eternas, de memorias encontradas, de bellezas sublimes, de horrores indescriptibles y sobretodo, presenta el gozo de estar vivos. Nos expresa lo indecible con una vibración enigmática, impenetrable, substancial y siempre sin esclarecer nada, a su vez habla y colma plenamente nuestros desvelos. Lo hace desde la memoria, el recuerdo, la cultura, la historia y la connivencia. Lo ejecuta de manera holística y sin esclarecer como lo hace.
Hay mucho de nosotros en el juego de las complicidades estéticas; si no, ¡cómo podríamos sentir interés por "El triunfo de la muerte", (Pieter Brueghel el Viejo1562) donde muestra la aterradora llaga que supura el alma humana? ¿Cómo podríamos parar atención en un urinario invertido igual que la cruz de S. Pedro? Pensemos en el demiurgo; Marcel Duchamp al voltear el urinario, “La fuente, 1917”. Él invierte el sumidero para convertirlo en sobradero igual que los verdugos de Pedro invirtieron la figura del apóstol para demonizar su cuerpo.
Los símbolos cambian de signo y nos obligan a repensar todos los factores que intervienen en la obra; cada acción hace luz nueva al pensamiento. En realidad así pierden su función originaria para convertirse en objetos de seducción mental, en emisores de lecturas interminables...
¿Cómo podemos ver en la cruz invertida un símbolo satánico si a la vez es un gesto de humildad, un entregarse a la muerte a la vez que renuncia a tener los “honores” de Jesús? ¿Cómo podemos ver una fuente y por ende, una obra de arte, si unos minutos antes la hemos utilizado para evacuar nuestros sobrantes y lo hemos hecho sin asomo de consideración estética?
¡A pesar del absurdo, es necesario...!

Alquimia
La piedra de la Capilla Turkana tuvo la misma atención, sólo que no hizo falta voltearla, ¡la dejé como estaba! Ninguna acción es más poderosa que la que proporcionan los ojos, así que considerarla como a mi mismo, materia viva, fue suficiente... Fue un acto de demiurgo; ¡alquimia primigenia! Una piedra mira por la ventana y calla, permanece eternamente en silencio y nos muestra su perplejidad.
Como he dicho, físicamente no la modifiqué en nada, sólo le acaricié los ojos, la sumergí en la oscuridad, la protegí del tiempo y le di un nombre. Erguí la “piedra” y la puse en el centro, le cambié la función, la doté de cualidades humanas para que a través de ella pudiéramos ver un reverbero de luz…

Es una reflexión en el desierto que no tiene futuro, ¡ya lo entiendo! pero no me canso de insistir en la misma dirección. Todo es demasiado complejo, demasiado turbio para que el mensaje llegue a latir en la mente humana. Miles de personas estamos implicados en la batalla del esclarecimiento, pero puede más la oscuridad, la estética de la penumbra. La claridad se aleja de nosotros y nos deja cargados de palabras y piedras muertas; ¡nos sentimos desamparados! Sólo llegamos a asombrarnos ante el espectáculo que despliega la luz del sol y nos dice; -¡nada es lo que parece!-
Todo se muestra íntegramente y nada se entiende con plenitud, además, hay tanto ruido en el fondo que se hace imposible llegar a conclusión alguna. Es el insondable misterio del mundo el que desborda la obra y nos deja sentados en los lindes de la perplejidad…
¡Entre sus manos asombradas dormimos...!

La mirada
Llamamos arte a aquello que hacen los artistas y consideramos artistas a personas que tienen la capacidad de presentarnos una mirada propia de la realidad que tratan. Las variaciones son tan extremadas que se neutralizan las unas a las otras en un encuentro confuso; se le puede considerar arte a un vestido, una comida, el diseño de una silla, la realización de una fotografía y el cuidado de un jardín y hasta una lata llena de excremento. Mierda de artista, Piero Manzoni. 1961. (Todo es válido si muestra aquello que destila la naturaleza: intuición, pensamiento y concepto en la maestría utilizada... La mirada es constructora y cómplice de la obra si el autor es capaz de presentarlo con luz propia.)

En su sencillez espiritual reclama una atención inteligente; ahora es necesaria una buena dosis de información para compartir los senderos del arte. Es un instrumento valioso que ratifica lecturas simbólicas. Con imágenes apoya e ilumina lo incomprensible y con conceptos claros permite adentrarse en pensamientos insondables. Su ejecución y elaboración mental son siempre complejas, conceptualmente difusas y su difusión y aceptación son pura estrategia y oportunidad. Al margen de la experiencia acumulada, el resultado final tienen mucho de azar, riesgo, atrevimiento, generosidad, aventura, incertidumbre... y su ejecución nos obliga a poner en acción todos los recursos del saber. Es un objeto de substitución que nos ayuda a pensar e interpretar de muchas maneras el lenguaje de la naturaleza. También a considerar la conducta “irracional”, emocional, espiritual e ideológica de las personas. El arte puede ser un acto de libertad que favorece la “comprensión instantánea” de los enigmas que presenta el mundo, pero también y especialmente es un instrumento de autoridad donde confluyen muchos intereses. La obra y el poder van de la mano y esta relación raya el absurdo en muchas ocasiones, pero el registro intelectual y espiritual que deja configura la memoria del pasado... esas son las cenizas de la historia y nos pertenecen.
¡Como lo es el puñal, las cenizas son necesarias...!

El poder y el arte
Como pasa en otros campos del saber, la humanidad intenta encontrar en el arte la manera de substituir la naturaleza, de doblegarla, domesticarla y neutralizarla; desea convertirla en paisaje pintoresco para tener el sosiego deseado. Vista en la obra como homóloga de la realidad, la naturaleza presenta en el alma humana el efecto de alumbramiento y actúa como analgésico y libelo del engaño. Nos fascina ser engañados por la apariencia, por lo hiperreal y deducir sin esfuerzo las variables simbólicas que desprenden, pero en realidad la obra bien trabada no es una réplica inocente, un homólogo sis sus efectos. Su voz se introduce en nosotros como un susurro y en un instante nos presenta la cara oculta del mundo. Las emociones surgen, se cruzan entre los enlaces de la información y nos revela que algo sublime habita ahí, en la obra; eso hace de una batalla de horrores, de un urinario convertido en fuente, de una lata de mierda..., un objeto de deseo.

En el descubrimiento de una emoción siempre emerge la sensación de poder y también el estremecimiento del desamparo. Con la posesión de la obra se desea el control del caos y se codicia la notoriedad que proporciona estar informado en el tiempo presente. Se busca la posesión de lo extraordinario y a la vez abandonarse en él para garantizar su presencia en la historia. Para “ilustrarse”, el poder anhela la reputación de la obra, compra su complicidad, pacta la connivencia con las ideas y los intermediarios que la gestionan, todo sin el esfuerzo que implica ser ilustrado. Pero el desorden sigue ahí, amenazante e indómito y nosotros estamos obligados a poner las marcas que lo humanizan; cada día en el taller hablando y sollozando entre los campos yermos.

No es un señuelo, es un compromiso al margen del tiempo…

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