sábado, 20 de abril de 2013

La fita grande. Sant Andreu de la Barca. 1974, 120 x 040 x040 cm.

El ser, la piedra erguida

En el espacio que envuelve nuestra vida siempre está presente el espejo del mundo, nunca lo vemos con
claridad, está empañado con nuestro aliento y siempre estamos ocupados en cuestiones colaterales, en señuelos que nos mantienen ciegos. La fita señaló el lugar y los signos que se mostraron a los sentidos quedaron en mi mente, allí duermen y los tomo ahora para hacerlos presentes. En aquel momento yo no estaba preparado para asumir la propuesta, fui un testimonio abierto al devenir y así se fue desplegando en la conciencia poco a poco; ¡ahora es realidad en la Comella!

¡Allí, como ella, fui la piedra erguida por un instante, tan sólo por un instante!

En la cueva del Garraf el hito inhiesto que mira por la ventana se encontraba en la fase inicial, era espacio vacío que clama en la mente. Me hallaba confundido, desinformado y anhelante; ¡en aquel lugar inicié un camino interminable...! Perfectamente podía dejar las cosas como estaban y dedicarme a otros menesteres; ¡todas las sendas eran posibles! Escogí el camino que he recorrido y eso hizo efectivas mis quimeras, mis incertidumbres e ilusiones. Pienso que fue un impulso providencial en el momento justo, estaba allí y quise ver el tramo que le faltaba...
En la vida actuamos por decisiones no meditadas, caminamos a ciegas pero escogemos una dirección y en ella nos recreamos, nos hacemos pensamiento lentamente y fluimos en el tránsito de los días. Somos aliento transido en la obra, esta, una vez liberada, ya no nos pertenece, se hace polvo entre olvidos o en algunos casos inspiración colectiva…

Sin necesidad aclaratoria, sin el juego de las palabras, el aire traía el mensaje como el sol trae los albores por la grieta sinuosa. La luz deslumbrante siempre ciega, la sinuosa destila las ideas en una comunicación profunda, esos resplandores estaban allí para ser atendidos y se hicieron ver con la misma facilidad que se hace el acto de respirar. Captar el sentido de las cosas era para mí la épica del instante; resonancia existencial que se hizo aliento presente y ha sido guía perdurable en las horas de vacilaciones…

Como escultor esta experiencia fue el mejor pago recibido, la que me ha dado fuerza y me ha ayudado a vivir. En el resto de mis ocupaciones, en mi condición de hombre que ha de relacionarse con los demás, casi siempre he encontrado dolor y desconsuelo…
Todo el trabajo que he realizado fue motivado por el impulso de aquel instante; ¡vivir en aquel sentirse piedra, fita que ocupa el lugar!
En aquellos segundos nació una idea, una manera de vivir, a ella me siento unido…

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