lunes, 22 de abril de 2013

Escultor

El libro de la eternidad atravesado por el rayo.  Capes de memòria fosca, Almoster 1975

Escultor

Soy escultor de incertidumbres, en el nudo de la oscuridad del mundo me observo y en el libro de la eternidad me atraviesan las dudas como el rayo lo hizo en la roca. El misterio me cautiva, soy como el aliento de un niño que piensa y observa atrapado entre las manos. También me observo en ellas, veo como emerge la forma que ilumina mi perplejidad. En ocasiones me encuentro confundido, cada día entiendo menos lo que pasa alrededor mío. Instalar una piedra que mira por la ventana me trae pensamientos nuevos, me presenta todas las hipótesis posibles y en ellas me encuentro lentamente. Las manos me despiertan los sentidos y con ellos actuo con mayor facilidad que con la palabra. Puedo afirmar que en el contacto con la materia me construyo, entre ella alimento el pensamiento, especialmente con el tacto y con él acaricio un sentimiento nuevo. Al ingerir la semilla me transformo, físicamente soy ella en el tránsito y al mirarla como la voltea el viento me emociono hasta el llanto…

Escribir me cuesta mucho, es un esfuerzo considerable y las ideas que expongo son evanescentes, siento que no tienen la gravedad que me proporciona una piedra. Por ejemplo: no encuentro en la voz el pronunciamiento insondable que se desprende del barro. Escribir es un oficio que respeto profundamente; en él siempre seré un intruso y pido comprensión para con mis sombras y desatinos. Me cuesta mucho trenzar un discurso usando conceptos que nacen de la experiencia como escultor. Cada palabra he de arrebatarla de la mente, arrancarla de la cárcava oscura y engancharla en el pantalla de las virtudes. La verdad, es un trabajo que me agota, lo hago con mayor esfuerzo que el que me cuesta retirar esquirlas de las piedras…
La piedra puedo dejarla sin pulir; no me molestan sus llagas, todo lo contrario, ¡me fortalecen! Me alagan sus voces azarosas, me sonríen los cortes naturales, las huellas de las herramientas, la imperfecciones de la mano. Pienso que su liviana dejadez le da un rostro legitimo, conquistado por derecho; ¡así habla la naturaleza! No se le pide a una roca del torrente que tenga las aristas tensadas y los planos diáfanos; ¡eso es artificio…! Todo lo que hago es parte del proceso natural de la idea y en la obra queda impreso el discurso y con él me explícito sin afeite alguno; trabajo como lo hace el río. No deseo provocar auras falsas, por ello prescindo de toda escenografía y en lo posible respeto el rostro que me viene dado.

He comprobado que las fuerzas misteriosas de la naturaleza se expresan en contadas ocasiones y que entrar en su templo es una quimera permanente; sus silencios reclaman mi adicción. Me cautiva la imagen imprecisa que desprende, me atemoriza la terrible evidencia de su voz. Pienso que la respuesta es más fácil encontrarla fuera, donde su lenguaje es directo y claro, pero yo anhelo estar dentro, en sus cámaras oscuras. En el bosque soy follaje que se mece con el viento, en las selvas y los manglares agua, en el monte piedra que se desgrana sola… La tragedia se muestra con plena autoridad y me abraza hasta ahogarme, ¡lentamente! La dentellada de la muerte siempre es presente y lo hace sin espavientos, así queda integrada con la vida; ¡siempre es una solución justa!
Dentro de sus salones dorados los desastres naturales me dejan perplejo, ante el infortunio quedo derrotado, el vértigo del infinito me sitúa ante lo irremediable y en él fenezco como lo hace el día. Los efectos beneficiosos también son fáciles de encontrar entre sus presentes, la naturaleza es generosa y me mantiene expectante, a pesar de todo solícito y amable. A ella le hablo constantemente, así me entrego a las piedras del consuelo…

La naturaleza siempre encuentra un “testigo atento,” un ventrílocuo que habla por su boca el relato del origen.

Tal vez fue así aquel día que me encontré ante el libro de la eternidad atravesado por el rayo. 

Todavía hoy me interesa interpretar de forma sensual el alud de signos que reverberan del espacio natural, el tañido emergente del presente mineral. Todo duerme entre la piel de las rocas; allí queda retenido el hálito del tiempo y susurra para nosotros una letanía interminable. Me interesa descifrarla y presentarla en la obra, explicitar su significado como se muestra una piel extendida, un cruce de signos infinitos que se neutralizan los unos a los otros, un palimpsesto milenario. La mayoría de las veces fracaso en el intento, es una angustia que me obsesiona y me hace resistente. En ocasiones tengo que jugar con mis dedos, reírme de mis desatinos y rondar en el círculo; es la trampa fatal en la que he quedado atrapado sin pensarlo.
En las acciones de Fénix he encontrado aliento de libertad, he tomado una buena dosis de esperanza y he reflexionado sobre la condición simbólica de la piedra abierta por el rayo. Aquello que pude ver en sus capas comprimidas, entre sus pliegues de tiempos singulares, tan sólo se podía ver con el utillajes de la intuición; ¡por un instante, tan sólo por un instante!
Pienso que entre la voz de los secretos canta la piedra y entre las frecuencias que exhala la roca canturreo yo; ¡nos confundimos! Así descanso en ella, en lo sorprendente de sus cambios duermo; ¡es una tarea costosa y larga! El latido de los instantes se enlazan conmigo, copulan como andróginos y crean el presente continuo; ¡así lo siento! Es el momento de asumir el compromiso y plantar en la tierra el hito de la verdad; entonces me levanto y soy una piedra alzada. En él dejo líquenes verde-azules, piel de sapo temblona y en el nodo de las complejidades reposo plácidamente unos instantes. En ese momento advierto la dificultad y me desvanezco, ante la complejidad del mundo me desmayo, caigo como un costal de harina; ¡se me hace difícil destilar lo incomprensible!

Entonces me digo: hay que pensar con claridad lo oscuro, ordenar los conceptos que emergen del caos, dar sentido a la obra en un mundo sin sentido.
Tenemos que renunciar a los atajos y entregarnos al agotamiento, no resistirse a la fatiga y caer al suelo como un caso de tierra. Devemos confiar en las manos y en lo que destila la mente hasta el final del tiempo. Hay que soportar con dignidad el silencio de los sabios y en ellos encontrar los pasos serenos. A los desconfiados dejarlos en su confianza, ellos saben donde están...
A veces piensas, si llegas a pensar algo; todo está oculto en el templo de hueso, en el hueco resonante donde habitamos juntos. No hay que copiar las voces oscuras, ¡hay que interpretarlas!

4 comentarios:

  1. La existencia humana es gozo y aflicción.Solo haciéndonos seres completos hallaremos la paz y el bienestar. Y, para lograrlo, es fundamental que nos reconciliemos con nuestras facetas imperfectas

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  2. No se porque te dejo comentarios si nunca los publicas

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  3. Lo siento Nuria, hacía mucho tiempo que no había mirado el tema de los comentarios, ¡como nunca nadie dice nada...!

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  4. Lo siento Nuria, hacía mucho tiempo que no había mirado el tema de los comentarios, ¡como nunca nadie dice nada...!

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