jueves, 28 de marzo de 2013

Sensaciones

Luz que viene del sol. La Comella, 2013.

Sensaciones
El corazón del mundo esta presente alrededor nuestro y su ritmo se manifiesta en cada una de las expresiones visibles en la naturaleza. Ella respira y nos da aliento; no se activa con los instrumentos de la razón, no utiliza el juicio en nada de lo que hace, sólo actúa por leyes físicas, por impulsos necesarios y parece que se mueve en los avatares del azar. Su manera de proceder esta movida por tracciones vitales y el pulso del mundo danza en ella de manera sincrónica y lo más importante; ¡lo comparte con todos!
Nosotros tratamos de manera despectiva la naturaleza, más aún los impulsos del corazón, -las emociones son irracionales-, pensamos, pero de tanto en tanto nos damos cuenta que la mayoría de nuestros actos también son irracionales y que la ley universal es la que lleva el control de todo.

Aunque aparentemente parece que para nosotros todo se manifiesta como un hecho cultural, en realidad nunca podemos sustraernos de las seducciones de la luz, de las dependencias de la vida, del viento que nos anima, de los infinitos caminos que nos indica el destino; ellos presentan y acuñan en nuestro cuerpo su manera de proceder. Incluso los procesos de investigación científica emulan los procedimientos que la naturaleza ha desarrollado desde los inicios del tiempo. Por ello hemos creado también el arte, como un objeto de substitución, como una manera de comprender los misterios que de ella se desprenden.

Como pasa en otros campos del saber, la humanidad intenta encontrar en el arte la manera de substituirla, doblegarla, domesticarla y convertirla en paisaje pintoresco, en réplica inocente. Pero siempre emerge la intención de aumentar la sensación de poder, el deseo de tener el control sobre el caos del mundo. No obstante este sigue ahí, amenazante e indómito. Pensamos que ya está todo controlada, pero en realidad hemos creado una trampa de sensaciones. Estamos sumergidos en una ciénaga construida con nuestras propias perversiones y nos hemos convencido, con la complicidad de las palabras, que ya no formamos parte de la naturaleza; estamos fuera de su círculo de influencia. Nos hemos formado la idea de que ya podemos prescindir de aquello que somos: naturaleza que crea cultura y conciencia. Pero yo afirmo que somos materia cargada de pasado y futuro que se desgrana entre las manos, se manifiesta en la obra por un instante, tan sólo por un instante.

El hombre quiere ser naturaleza que se expresa a un ritmo de producción diferente al que le ha asignado su condición animal y por ello crea los atajos, las herramientas de la ciencia y el arte para llegar a la esencia de las cosas en un tiempo creado por él, es más, él desea liberarse de su esclavitud de manera simbólica, desea regresar al paraíso articulando las abreviaciones. Toda la historia de la humanidad esta motivada por las ventajas del atajo, y todos los inventos de la ciencia, la evolución tecnológica y las creaciones artísticas no tienen otro objetivo que la lucha contra el tiempo: triunfar sobre él es esquivar el dolor y la muerte, triunfar sobre él es doblegar su poder absoluto y emular en todo lo posible el poder creador de las manos de Dios.

No hace falta aclarar que se trata de una quimera, de la cual, algún día saldremos para caer en otra no menos conflictiva. Vivimos entre los sentidos, doblegados por las sensaciones, interferidos por las emociones y solamente podemos enfocar el mundo por un instante; ¡tan sólo por un instante!

De esta realidad obtusa no despertamos nunca, de este sueño que presenta los perfiles de una escultura de niebla, solo podemos sacar una conclusión: todo es abierto, revisable, hipotético y generador de perplejidad. El arte es otra mirada más, otra puesta en escena de los destinos humanos. En algunos casos ni siquiera es eso, es el reflejo tibio de una vaguedad. Los secretos que oculta el mundo, los misterios que regala, se hacen obra en el hecho de pensar; esclarecer aquello que miramos es una actividad siempre revisable. La luz se cuela entre las ramas, la humedad eleva el contraste, aumenta el brillo, se hacen visibles las moléculas de agua; ¡nos regala el pálpito de un instante!
El arte es un juego simbólico que imita lo divino, para ello pone en acción todos los saberes del ser humano y lo hace con la voluntad de testimoniar la “verdad”. La obra tiende a querer ser la expresión de lo verdadero fuera del marco de las circunstancias; lo consigue en contadas ocasiones; ¡la duda es el estado permanente! Es lo que estoy intentando hacer aquí al apuntalar las ideas con todos los soportes a mi disposición, y lo hago con la convicción y el deseo de esclarecer las incertidumbres que me acompañan.

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