jueves, 10 de enero de 2013

Lucy, la abuelita



Lucy, la abuelita
Luz de los ojos era el nombre de la abuelita ancestral de Nsasi, así la llamaron los que la conocieron en aquel reverbero del sol. Fueron pocos los allegados que se sintieron dentro de ella , alguno pudo lactarse en sus mamas turgentes, otros yacer más tranquilos y tener hijos, pero no supieron nunca que  copulaban con una de las hembras más famosas de la tierra. Ella tampoco se hizo notar, se encargó de criar a sus hijos, de alimentarlos y enseñarles todo lo que necesitaban saber en la vida. Murió muy joven pero ya había sido madre en varias ocasiones. 
Los que la encontraron dormida no sabían la importancia espiritual que desprendían aquellos huesecitos fosilizados.
Ahora relato mis filiaciones e intuiciones sobre ella, lo hago para desvelar mi propio misterio; una de las páginas más asombrosas de mi familia.

Su Vida
E n su momento Lucy se llenó los ojos con la luz del sol y quedó extasiada con la belleza del mundo. Se acercó a las aguas del lago Turkana y en sus reflejos se vio hermosa, con la juventud arrogante y su futuro incierto. Estaba soportada por piernas bien torneadas, tenía bien formada la cintura y abultados pechos de madre. Se dispuso a entrar en el agua para verse de cuerpo entero y sin pretenderlo descubrió su condición de hembra. Se inclinó ante si y vio con estupor como por la mandorla de su vientre nacían sus hijos. Los engendraba a centenares y se replicaban con la misma fuerza. Por aquella grieta asombrada salían ensangrentados y vibrantes a tomar el aliento del primer impulso. Al constatar como lanzaban su primer alarido descubrió con estupor el desamparo que lleva la humanidad en los vacíos de su mente. Con el incipiente dibujo que aparecía en sus rostros advirtió una cadena infinita de malos presagios. Constató como se veía entre ellos y como se reflejaba su alma en los espejos del mundo, así evidenciaba su propia agonía. Se asustó al ver como sus hijos se reconocían en el sufrimiento, aprendían de las heridas y llamaban a las puertas del misterio para solucionar la incertidumbre. Sin alaridos, gestos heróicos y cantos elegíacos, no podían aceptar los enlaces naturales de la vida. Para colmo los vio crecer uno a uno y tomar los caminos más dispares. Tan distintos eran los paisajes mentalesque festejaban sus hijos, la confusión de las lenguas y las miradas divinas que en poco tiempo no se reconocían los unos con los otros; ¡se enfrentaban a muerte como si fuesen extraños! Lo hacían a sabiendas del mal que producían; se negaban a ver las semejanzas y expresamente ponían todo el énfasis en las diferencias. Movidos por la codicia empuñaban el cuchillo y se lanzaban a muerte con saña inaudita. También vio que así eran las cosas humanas, era la manera fácil que tenían para regularse y tambien tenían que hacer alguna cosa para salir del hastío. La verdad es que practicaban el genocidio por imponderables del destino. Como un vicio cotidiano se inventaban los conflictos y alimentaban las sementeras del rencor hasta enfermar el corazón; ¡eran bestias sin remisión alguna! Vio como se sucedían la guerras, las masacres, los exterminios, y al contar los millones de muertos, constató como se apilaban en su mente igual que granitos de arena; ¡todos eran hijos suyos y los reconoció aunque habían perdido la razón de su madre! Al ver el sufrimiento que acunaban sintió un escalofrío y eso detuvo su corazón; allí terminó su vida. 

El hallazgo
Era un día ardiente de 1974. Los arqueólogos que la encontraron quedaron asombrados, “petrificados” y colmados de alegría mientras por el transistor escuchaban una canción de John Lennon "Lucy in the Sky with Diamonds". Apareció en el fondo de una barranca en Hadar, Etiopía y desde entonces su gloria no ha dejado de aumentar; yo la llevo presente siempre, colgada de la pupila como un relicario apócrifo.
El revuelo que creó el hallazgo fue asombroso, sus restos revolucionaron todo lo pensado sobre la historia de la humanidad pero ella ni se inmutó. En silencio tenía memorizadas las preguntas y las presentaba como el muftí de los limbos. Su pensamiento disfrutaba del don de la eternidad devenida en piedra y su labor se manifestaba por los sutiles dispositivos que la vida deja grabados en la materia. Su identidad genética sigue siendo un misterio; cada día afloran parientes disparejos, de la tierra aparece una familia de promiscuidades genéticas sin límite; ¡yo estoy entre ellos!
Durante miles de siglos Lucy esperó el encuentro con su destino y constató con asombro que era el mismo que el nuestro. Le aterrorizó ver con sus ojos pétreos, que era la causa involuntaria de una especie que estaba condenada a devastar la faz de la tierra. Prorrogó el sueño hasta encontrar la señal inequívoca del juicio del tiempo, pero este signo no llegó a materializarse hasta el día del encuentro. En ese extenso período cambió miles de veces la dirección de su pregunta, dejó de pensar en las certidumbres, abandonó los deseos, se liberó del pecado y se dispuso a llamar a la puerta de la eternidad pero nadie le pudo contestar. Sólo un rumor inaudible, un remanente impreciso que emergía del carbono 14, de la bioestratigrafía y el paleomagnetismo, entre otros, daba cuenta de lo que había sido su existencia. La verdad es que esperó dormida un gesto revelador entre los restos calcáreos, allí acechó 3, 2 millones de años hasta que Donald Johanson la encontró y la metió en una caja fuerte en Adís Abeba en Etiopía; ¡allí sigue dormida!

El parentesco
La presentaron como la abuela de la humanidad y eso me complace ya que la hace más mía que nunca. En su día la senti como familia directa y le dediqué un pequeño templo ”La capilla turkana”. Lo hice para mantener su memoria viva unos cuantos siglos más, para hacer énfasis en su condición mineral, para humanizar un concepto que llevaba silente millones de años y de esta manera darnos tiempo para vernos complacidos en ella. He de confesar que mi orgullo creció cuando la conocí directamente, no me importó en absoluto que un pariente lejano tuviera un cerebro de sólo 350 gramos. Ahora mi presunción nobiliaria ha aumentado; Lucy es una de las mujeres más famosas del mundo pero sigue esperando paciente el desenlace del parentesco. Espera también que el periplo de locura que sigue la humanidad no aumente. Si llega el caso está dispuesta a desentenderse de mi y de vosotros, así de seco es su carácter.
La mayor proeza que se le conoce fue la facultad que tiene para llamarnos desde el misterio que desprenden las piedras, ella es la voz del tiempo que se expresa en el corazón de la materia, no obstante nadie consigue escuchar con claridad su plegaria, nadie mira con atención el brillo opalino de sus ojos. Ella habla con el rumor de los cantos de río y ahí he puesto la atención para saber de ella. Ahora estoy un poco confuso, me he quedado sin ejemplos claros para poder explicar como lo hace, yo tampoco puedo transcribir su voz aunque hace años aprendí su letanía; En Castellvell cavé un pozo hasta encontrar un fósil que hacía millones de años que me esperaba. Sin razonamientos y con la confianza puesta en mi instinto, estuvimos charlando durante horas. Ahora pienso que la aportación a la paciencia humana fue incalculable pero no he sabido transmitirla. Sólo en la Capilla Turkana y en alguna de las ocultaciones dejo su súplica. Es una invocación interior que demanda ser escuchada con los poros de la piel, una palabra muda que interroga, igual que la que encontré en el fósil. Para mí supuso una inflexión elevada en la comprensión de la vida. Ahora me precipito en su camino; ya me siento casi fosilizado.

De aquella voz mineral, de aquel suspiro interior no ha surgido otra cosa que los juegos de palabras que maneja los paleontólogos, en fin; ¡señuelos para el pensamiento! Controversias que encienden pasiones, inflaman las homilías de los teólogos y justifican los discursos políticos de los que necesitan presumir del gen de Dios. ¡Trampas para el espíritu! Hasta ahora no ha salido nada revelador, nada excepto estas palabras que no tienen otro destino que el de ocultarse en el alma de una piedra y dormir allí para siempre.
El otro día la vi, estaba en una vitrina y me identifiqué con ella más que nunca, permanecía serena y solemne, como una roca inmensa que mira por la ventana. Su alma sigue invocando la luz de manera imparable. Estaba silente y miró sin verme; en realidad sólo puede ver la eterna razón que iluminan sus ojos minerales.
Lo curioso es que ella sigue lanzando gritos inaudibles y arroja sin cesar hijos al mundo; desde dentro los llama por su nombre y los expulsa con amor.
Lucy es igual que Gea, en realidad sólo ella puede ocupar ese sagrado lugar… Con el tiempo, ese nombre se ha devenido en Lucía y su significado ha sido una revelación para muchos de los relatos que he publicado en este blog. En ellos se muestra dolorida, mimetizada en el sufrimiento y reveladora de la oscuridad.  Cuando Lucía se encontró con su condición natural, su alma de piedra, tembló de congoja y se ahogó en sus propias lágrimas.

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