jueves, 6 de septiembre de 2012

Espectro


Fotograma de la película Un perro andaluz. L. Buñuel. 1929

Espectro
A las 12 en punto del día señalado, los dos esperaban impacientes en la esquina de los amantes. Él vestido de blanco, ella  con una blusa adornada con flores de otoño, chaqueta y pantalón de cuero negro. En una mano llevaba el bastón guía y en la otra un bolsito con ungüentos y artefactos incontables. Llegaron con urgencia pero tuvieron tiempo de tomar una taza de menta poleo y aclarar los pormenores del encuentro.
Él estaba dispuesto al sacrificio y se dejó llevar como un cordero. Por parte de ella había premura, tenía que resolver una cuestión que le pesaba más que la vida.
Se fueron a un Motel sencillo, de aspecto oscuro y discreto. El recepcionista tomó nota de la situación y les dio una habitación para el momento, era un dormitorio colindante a su despacho y como buen voyeur lo tenía todo preparado para espiar la situación. Fue precisamente él el que me relató todos los pormenores de aquella cita, al hacerlo se exaltaba, abría los ojos, levantaba los brazos, miraba el techo y se excitaba lo indecible recreando los detalles.
Debido a la expectación pública que generó el caso de Lucía y más concretamente el final de su acompañante, me explicó pormenores que no puedo revelar para no teñir los relatos con matices escabrosos.

El lecho estaba preparado por manos expertas, las sábanas limpias, las toallas bien plegadas, un bargueño antiguo con tiradores dorados y una alfombra persa de pura lana. En la mesita habían puesto un jarrón de rosas rojas, dos basos y una botella de agua. Ella cerró por dentro con gesto decidido y miró todo en un instante; sin parpadear ni decir nada se hizo con el lugar. Las cortinas filtraban la luz y una tenue neblina primaveral, mortecina y cálida inundaba la estancia.
Casi sin mirarse se desnudaron y fueron directamente a resolver el asunto.

No hay besos
Son hilos del cielo
Sal del amado

Como he dicho en un momento ella lo dispuso todo, tenía el propósito de crear la sensación de hogar en aquel espacio ajeno y distante. Dispuso las sábanas, tocó las flores y dispersó ambientador en el aire con las manos separadas y oscilantes. Él se tumbó de espaldas para que ella pudiera darle friegas con el perfume del Ausente. Mientras hacía esta operación, Lucía no permitió que él la tocara, ni siquiera pudo mirarla con dulzura, menos aún abrirle la palabra para mantener una conversación amable y distendida. Su mente estaba lejana y su cuerpo concentrado en evocar momentos del pasado.
Con sigilo quemó incienso en un tiesto de barro y en el techo colgó el retrato del amado. Lo traía preparado para ser engarzado en la lámpara como si él fuera la única fuente de luz que hay en el cielo. Quedó bien expuesto y perpendicular al lecho, era un ícono para presidir el lugar como un tótem milenario. Mientras tanto Lucía canturreaba una letra inventada en aquel instante.

Con gallinaza
Nacerán geranios
En primavera

Fuera, en los pasillos adornados con falsas columnas, quedaban pinturas con evocaciones del pasado. El recepcionista miraba la escena por un agujero camuflado detrás de un crucifijo y en la calle, el sonido de los transeúntes se agitaban en un trasiego imparable; todo vestía el momento de una normalidad enfebrecida.
Él estaba totalmente desnudo y perfumado con olor a crisantemos, se giró para dar la cara resignado, transparente y decidido como el que espera un tajo en la garganta y no quiere esquivar el golpe. Lucia quedó medio vestida, una prenda ligera en la parte superior y un pantaloncito de seda, corto, amplio y de color azafrán-canela era todo lo que llevaba.
Dejó el bastón guía apoyado en la cama y le puso en la cara un paño de muselina para limitar su visión ya de por si muy restringida en la estancia.
No hizo falta hacer nada: él cerró los ojos para no interferir en un momento tan íntimo y ella se tomó su tiempo. Lentamente se ajustó hasta el fondo y ocupó el lugar preparado para tal fin desde el origen de la vida. Estaba excitada pero la abstinencia del tiempo la había cerrado. Lo tuvo que hacer en cinco tramos, avanzar entre envites cortos, retroceder y volver a avanzar en aquellos corredores primigenios. Él contó los empujes con los extremos de la mano, por eso más tarde el mirón pudo recordarlo tan vivamente.

Entre los dedos
Quedaron los deseos
Ya disecados

Aparición de un espectro, el cuerpo de Jesús se figura en el trasero de el Chacal...
Lucía se transfiguró en aquel momento y en cada tránsito, en cada flexión de las caderas dejaba ir aullidos de agonía y de placer mirando el cielo. Casi sin tocarlo subió y bajó formando una curvatura ágil, precisa, de equilibrista experimentado. No obstante psicológicamente se sentía inestable; estaba vadeando un abismo de identidades, por ello mantenía los ojos fijos en el retrato para no caer en tierra de nadie. Lo hacía con la expresión complacida y confiada, como si realmente se hallarse presente y estuviera viendo el cuerpo resucitado de Cristo.
Poco a poco fue dejando atrás las noches de ayuno, las vigilias de largos suspiros, y se entregó al Ausente como no lo había hecho nunca. Sentada encima de los genitales se movía sigilosa y frenética, exclamaba gemidos gatunos y miraba la imagen que pendía del techo para tener la certeza que era él y no otro el que podía poseer su cuerpo. Así una y otra vez mantuvo la pasión encendida, lasciva y fogosa hasta deshacer los nudos acumulados.
Su cuerpo se devino en un lago calmado de aguas calientes, en un remanso de encuentros necesarios que rehabilitaban el sosiego perenne del rostro.
¡Eran tantos los días y las noches de no sentirse mujer!
Entre el duelo introvertido que libraba, los hilos de la tragedia y la castidad rota, Lucía había perdido los instintos, olvidado los modos y entumecido los deseos. Sabía que sólo podía avivarlos recurriendo al recuerdo y ahí estaba el Ausente para llenar los olvidos. Y ahí estaba ella, encajada en el eje del mundo y más profunda que nunca. Hasta pudo reparar en detalles nímios, destellos de luz que normalmente no quedan registrados en la memoria.
Entonces se sintió feliz, entre gemidos declamó unos versos que quedaron escritos en el aire y lo más sorprendente, empezaron a revolotear la imagen en forma de torbellino.
Tomo taninos
Ácidos en tu boca
Que fortalecen

En el tercer desafío ella empezó a perder el equilibrio y solicitó ayuda. Le dijo con cierto ardor que la podía tocar, pero nada más que eso… Entonces él le puso la manos debajo de los pechos para apuntalarla. Simplemente era un contacto funcional que hacían posible que ella se encontrara más cómoda en la estrega. Eso es todo lo que permitió; ¡un ejercicio puramente físico! Una acción elaborada, invocada y sentida por Lucía; incomprensible para los demás pero para ella tenía que justificarse dentro de la estricta fidelidad conyugal. Es por ello que quiso presentar aquel enlace como el deseo activo del Ausente. El nardo que la enlazaba era el de un muñeco desechable, sólo eso...

-Él así lo quiso-

Decía ella: un ser que ya no tenía nada, ni cuerpo para sentirla, ni boca para besarla, ni piernas para pinzarla, ni sexo para cubrirla y para colmo, ni brazos para sostenerla. Al parecer ni siquiera tenía alma, ya que los mensajes que enviaba mediados por el Chacal tampoco habían sido escuchados; a sus oídos no llegaban nunca, sólo llegó a sentir balbuceos como este…

Me decapito
Como los alacranes
En un instante

Volvamos a la posición de apuntalado. Como se ha dicho era funcional y permitía a Lucía moverse con estabilidad, dejar libre su imaginación y mirar con plenitud al amado colgado del techo. Era una escena extraordinaria: él Ausente pendía de una cuerda fina, como un faisán en la fresquera o una fruta de invierno; era un bodegón al estilo de Sánchez Cotán o de Melendez...
Él no era cobarde y aprovechó la ocasión para tomar en las manos aquellas manzanas maduras y llenarse plenamente de su obra. Supo resolver el tema con maestría, las había modelado con el pensamiento durante incontables noches seguidas. Eso era todo lo que tenía que hacer en aquel enlace tan asimétrico e injusto.
En aquel momento sintió más fuerte que nunca la ráfaga de luz en el lóbulo lateral izquierdo acompañada de un dolor punzante; tuvo que aflojar las manos para soportarlo. Se calmó un poco más al desviar la atención y centrarla en el tramo final de los genitales, notó que allí había un pliegue dulce que avivaba sensaciones nunca sentidas y que Lucía insistía en aquel sector tanteando repetidamente la misma acción. Pensó que aquel era el lugar del secreto. Entonces escuchó una voz interior que le ordenaba; era una frase metálica que resonaba grave en la bóveda de su mente…

-El verbo puede germinar; ¡libera el hijo del deseo!-

En aquella situación de encuentro y desencuentro, en aquel escenario donde se hilvanan las telas de la locura, donde los sentimientos están cercanos como los genitales pero a la vez distantes como las estrellas, todo su cuerpo quedó absorto. Latente en sus ideas desde el inicio de los relatos y ahora presente en un gesto generoso, hizo un acto de entrega incomprensible para la mayoría de los seres humanos. Un acto tan sencillo y rayano como lo está el mundo de los vivos y los muertos. Tuvo un momento de lucidez y replicó suave a los envites profundos de Lucía. Con lágrimas en los ojos y un canto amargo que nadie escuchó, pensó lo que sólo él podía alcanzar. Entonces abrió los ojos y observó a Lucía. Seguidamente miró al Ausente y leyó los signos que desprendía el rostro; fue un instante lleno de complicidad y ternura. Era el soplo misterioso de una Epifanía y el instante de la derrota del alma, un acto mágico enlazado a los gemidos de placer...
Entonces él relajó los músculos, paró los impulsos y dijo mirando el retrato…

Trae la semilla
La encomendaré
Bajo tu nombre

En aquel momento sintió en la espalda una corriente fría y una gota me miel clara se desprendió de su cuerpo. La colocó en el fondo del surco, en el lugar que ya estaba dispuesto. Allí, en aquel valle germinal, perdido entre los pliegues del olvido, lloró en silencio igual que lo había hecho cuando era un cigoto sin nombre. Tomó con fuerza los pechos y los miró por primera vez. Nadie podía sospechar que aquella corona de color tinto lo unía a otra Lucía que hubo en su niñez: su madre.

En la locura
Tomo el infinito
De tus pezones

Al final de la batalla ella quedó rendida, cayó libre como un saco de tierra, se tumbó de espaldas y se durmió profundamente.

Él quedó mirando el techo, observaba como la imagen se balanceaba y giraba lentamente; quizá la movía una leve corriente del aire. Por un momento le pareció que, “el ahora presente”, tenía un rictus nuevo en la comisura de los labios, una mueca dispareja y satisfecha.
Aunque era un descreído, no pudo dejar de pensar en todo lo sucedido; acaso el espectro también lo abandonaba y salía por la ventana a tomar un respiro eterno. De pronto se paró el aliento del mundo, se detuvo la luz de la ventana, callaron las imágenes del espejo y un moscardón que zumbaba en la estancia quedó suspendido en el aire. Fue algo inusitado que subrayó especialmente los matices de aquella mañana. A la sazón un silbido le entró por los oídos y dibujó un grabado inciso en su mente.
Volvió a mirar el retrato y ahora vio que aquel rostro presentaba una sonrisa ladina mientras el viento lo seguía balanceando. Entonces le cantó una antífona para tranquilizarlo y dejarlo en su lugar; ¡o quizá para ahuyentarlo!

Hijo de sombras
Abandona esta luz
Tu ya no tienes

Miró como Lucía dormía, estaba a su lado confiada y tranquila. Vio entre perlas salinas aquel rostro colgado del techo y sintió un escalofrío. Notó con espanto como la soledad infinita se colaba dentro de su cuerpo. Un pesar profundo se apoderó de él y el dolor en el lóbulo lateral izquierdo se intensificó como nunca. Entonces empezaron a desplomarse los colores por la mejilla: ¡eran lombrices frías! Las lágrimas le llenaron los ojos y quedó sin luz, la garganta se tapó con el sabor de la amargura y un fuerte dolor en la sien le hizo suspirar. Sin propósito abrió la boca y por ella salieron tres cintas con un texto escrito.

Negra.
Estoy cansado de hablarle a los difuntos.

Blanca.
Hastiado de susurrarle a Lucía las canciones de la vida.

Roja
Pienso que de esta mujer que me quita el sueño no nacerán mis caballitos.

Él había sufrido como nadie el mal cálculo entre los vivos y los muertos y ahora no estaba dispuesto a dejar que la balanza se decantara otra vez hacia el lado de la tragedia.
En aquel instante dijo para sí.

- Conozco muy bien el corazón humano: las bondades, vilezas, engaños, sus miedos y cobardías. No quedaré ciego con sus resplandores y en lo más hondo y oscuro de los albañales auguro los deseos de vivir solo y morir en el destierro. Allí sentiré el murmullo de la energía que me anima y dispondré a placer del frío que la apaga.
Ahora el teatro de las apariencias impone el juego; ¡hay que permanecer! Contra todos los pronósticos seguir hollando la herida; ¡siempre triunfa el deseo de ver el final del trayecto! -

Fue un acto de liberación que experimentó al sentir como se iluminaba la roca que llevaba incrustada en la mente. Tembloroso pensó que él era el creador del último acto. Entonces, en una acción violenta   arrancó la piedra de su pensamiento y la dejó al lado del jarrón de rosas.
Miró el cuerpo de Lucía; seguía dormida y era muy bella en el sueño. Más calmado dejó ir la ultima antífona para terminar la obra y dejar que los caminos humanos siguieran su rumbo.

Así eres amor
Melisa de los montes
Luz de mis manos



Él era el Chacal, en muy pocas ocasiones el amante de arrayanes y estaba dotado con la calidez de la flores de mirto. Se levantó, se vistió y marchó pensativo después de mirarla, allí dejó a Lucía disfrutando de una siesta placentera y profunda; parecía una criatura confiada en los brazos de su padre.
Al llegar a la calle sintió calor, un calor sofocante y frío en los pies. Un fuego abrasador le corría la espalda y el albor de su mente aumentó de manera exponencial, creció hasta que su cuerpo quedó completamente lleno. Por el contrario, el necro-litos implosionó hasta absorber todos los recuerdos. Una inundación de luz le borró los contornos, le nubló la mente, le dobló las piernas y le hizo caer al suelo. Ya tumbado y ausente, aceleró su tiempo hasta disolverse en forma de gránulos blanquecinos y restos de carbonera.
La gente miró con curiosidad aquel hecho sobrenatural y extraño, por el contrario, él sintió el placer de sentirse luminoso y más ligero que el aire.
En aquel momento se remarcó con fuerza el perfil del destino; una ráfaga de viento empezó a llevarse las cenizas en nubes disparejas. Como diminutas peonzas rodaron tambaleantes y poco a poco se precipitaron por las rendijas de una alcantarilla… ¡Así terminó todo!

Sobre este punto el recepcionista no pudo decir nada, pocas cosas llegó a entender de lo sucedido, pero habló a solas con el amante de arrayanes y parece ser que este sí comprendió el mensaje encriptado del mundo. De todos los fárragos que le explicó, de todos los balbuceos que salieron por su boca, sólo pudo exclamar una frase con cierto sentido: no esclarece lo que pasó pero hace honor al día del encuentro con Lucía. ¡Así quedó el asunto zanjado!

-Lo que ha quedado escrito en mi mente no puedo revelarlo; ¡lo tapa una mancha oscura!-

Posdata:
· Dicen que ella quedó en cinta, pero no saben de quién...
· Antes de marchar el Chacal sopló harina sobre el espejo, quizá lo hizo sobre el lienzo del tiempo. En aquel paño delicado escribió parte de estos relatos, pero algunos fragmentos quedaron dañados, así los encontré y afirmo que aquello estaba hecho con malévola intención. Aquel viento que agitó las cortinas borró parte del texto, justo aquellas palabras que dejaban ordenadas y claras las oraciones. Si esto es cierto, fue un gesto perverso, un giño a los incrédulos que vino a demostrar como la trabada arquitectura de los hechos se derrumba en un segundo. El resto, lo más evidente en aquel día, son las confesiones del recepcionista. Me lo relató todo entre fiebres terminales; ¡casi a hurtadillas, lo enterramos dos días después!
· Antes había descrito con voz temblona lo que sucedió, entre otras cosas vino a decir que aquel vahído deshizo la identidad real de las personas que habían ocupado la estancia.
· Por este error del infortunio, o por voluntad vengativa, el lector tendrá que hacer un esfuerzo y aclarar los misterios igual que se desentrañan los días en la vida…


Gregorio Bermejo Gallego. 
Tarragona a 7 d e septiembre de 2012

martes, 4 de septiembre de 2012

Resplandor en la mente


“Los Órganos” (La Gomera) Tatiana Izquierdo. (La memoria de las piedras.)


Resplandor en la mente
Después de las sucesivas visiones que tuvo por la noche, de la experiencia de encontrarse en sueños con el Ausente y lograr la reconciliación con aquellas alucinaciones, la vida volvió a tener sentido para Lucía. Sintió por primera vez cierto sosiego, la calma ordenó las ideas y tranquilizó su mente; ¡en aquella situación podía sobrevivir! Por un instante descubrió el pulso del placer y lo encontró cargado de sugerencias y maneras nuevas de sentir ternura. Recuperó parte del sentido de la pasión, pero lo hizo en base a una confusión tolerada; entendía el rostro del amado unido al cuerpo del mensajero. ¡Era una situación difícil de soportar!

En tu semblante
Se confunden los ríos
Y las pasiones

Por unos segundos quiso entender sus sueños, ver que en los versos que encriptaba entre cenizas, que esculpía y tatuaba en la piel del cuerpo añorado, ocultaba su dolor y así se hacían obra permanente. Pensó que aquello era una solución aceptable; ¡el arte puede permitirse todo tipo de licencias! Al fin y al cabo la creación nos lleva a dimensiones sorprendentes de la realidad y es a través de la obra bien realizada que podemos alcanzar lo sublime, a expresar lo indecible y darle sentido a la vida.

Con esas manos
De la tierra cosechas 
Las emociones

Se dijo así misma...

Como alusión a la estética del dolor y dar algunos testimonios históricos, quiero recordar aquí los trabajos de Gina Pane y otros autores, lo hago con la intención de aclarar actitudes humanas, casos paradigmáticos que trata la excentricidad y la locura como acciones fructíferas pasa afianzarse en el saber. Gina se hacía cortes en la lengua, se clavaba espinas o se hincaba clavos en los pies al subir una escalera. Aquel trabajo, Escalada sin anestesia, 1971, es ejemplo de superación y fortaleza, el símbolo que srepresenta el hecho de sobreponerse. Ella lo hacía para llamar la atención sobre el doloroso sobrepeso que conlleva la condición de ser  mujer. Otro caso similar es el de Chris Burden; con un rifle se hizo disparar en el brazo para saber cuanto dolía una bala. Quizá donde más énfasis se hizo sobre el tema, la estética del dolor, fue en el accionismo vienés, sólo con aconsejar que miren ustedes los trabajos de Günter BrusOtto Mühl y Rudolf Schwarzkogler es suficiente. Son artistas que nos ofrecieron un testimonio dramático de cómo el arte asume la violencia de la sociedad y la presenta como reflexión inasumible. Ellos admitían en sus trabajos las amputaciones, las agresiones, la teatralización de la muerte, el suicidio y hasta el posible homicidio. Todo era parte de la realidad que observaban y su acción consistía en entregar su propio cuerpo en las manos de la tortura. El caso más reciente y provocador es una parodia fría de estos relatos. Guillermo Habacuc Vargas expuso en una galería la muerte de un perro como obra. No de manera metafórica como pasa en estos relatos, sino con voluntad perricida; ¡lo mató de hambre…!
Sal consumida
Entre los salvadores
De porcelana

 De igual manera Lucía vio con claridad que la tragedia ponderada puede constituir una fuente de creación, sosiego y placer y que la desdicha puede ser en muchos casos reveladora. Lo vislumbró en la fuerza que imprime los dramas cotidianos. Dedujo que ante ellos hay que sobreponerse siempre de lo contrario te hundes en la agonía, en el foso insalvable de la mente. Pensó que para invertir la ceguera tenía que vencer la tentación de quedar atrapada en el duelo permanente, eliminar los restos de fidelidad y lanzarse al devenir de vidas nuevas.
Luz que renace
De los amaneceres
Y de las sombras

Ante la confusión de los acontecimientos, Lucía está sumergida en la incertidumbre y se ha blindado para protegerse, piensa que la verdad es obtusa y nunca resplandece plenamente. Ahora le llueven los pretendientes invisibles, todos sin rostro para mirarla, sin manos para acariciarla y sin nardo para asistirla. Son seres que se interfieren con los amores perdidos, se cruzan en su pensamiento y en ocasiones le producen rechazos y escalofríos. Estos personajes son apariciones que perturban su vida, configuran imágenes furtivas y errantes; nada serio a tener en cuenta excepto que la llenan de temor.
En ese estanque de inquietud escucha estos versos.



Cansado de andar como mendigo: 
no solicito el calor de tu vientre
para tener la paz de un hogar,
el mío,
el tuyo,
huumm,
hauumm,
siempre quedo confundido,
triunfal bajo el azul del cielo.

Ahora, desde esa patria infinita,
 abrigado con luces y siempre solo,
como un guerrero glorioso postergo
el retorno del cuerpo que tanto añoro.

-¡Oh dios, otra vez el espanto de las manos temblonas! ¡Otra vez me goza el amante sin rostro…! Es un sueño inoportuno que fragmenta la razón y me hace esclava del recuerdo, una voz que absorbe mi voluntad y me dispone como a un muñeco…
¡Ya está…! ya tengo la solución dibujada, por fin encontré el camino del encuentro…
El Chacal será el sustituto de su cuerpo, un sucedáneo sin alma acoplado a mis sentidos, un guiñol que animaré como hacen conmigo. Será el reflejo de aquel que llevo engarzado en el sueño, unido a la piel para siempre. Le pondré la máscara con el rostro de mi amado, el Ausente y con él concebiré el hijo esperado. Haré crecer la semilla venida de la noche oscura y con ella tornará la vida, la esperanza y la luz radiante a mis ojos.-

Así fue como ideó la cita, una quimera entre sueños. Dibujó una relación con el Chacal a medida de sus deseos. Trabó su cuerpo en un enlace sexual donde el otro no tiene cuerpo y sus formas de espuma se acoplan perfectamente a sus fantasías. Hilvanó un encuentro con aromas genitales, con besos prolongados y sudores lascivos. Recreó la textura de su piel, el volumen y longitud de su nardo, la textura de los labios y el perfume de su aliento, así lo inventó todo con la fuerza del deseo.

Entre almizcles
Destilas tu cuerpo
De nazareno

Durante varias noches soñó la misma escena, recreó las mismas sensaciones, hasta que en los ojos de Lucía floreció el brillo de la lujuria y sintió con asombro el traqueteo de la piedra que él lleva incrustada en la memoria. Su voz se dejó sentir con cadencias minerales, tronaba en su mente como el chocar de rocas cuando se devienen polvo. Entonces recordó con atención el pequeño guijarro blanco, aquella forma de huevo que un día le regaló de manera furtiva. Aquello la alertó y pensó que no se movía totalmente en el sueño, que se trataba de un ser diáfano que se había colado por los sentidos. Entonces buscó el pequeño guijarro y como si se tratara de un talismán o una perla se lo colgó al cuello.

Piedra de mirto
Nacida en la mente
Como badajo

En realidad aquí se formó una relación infausta, la piedra era el argumento literal de la semilla maligna, el necro-litos que crece lentamente en el lóbulo lateral izquierdo del pensamiento. El badajo es el nardo que ella espera y ya está muerto, si las dos piedras se acoplan formarán un guijo de río lanzado por una honda. Lucía no sabe que aquel cruce mineral es la clave de su destino, piensa que es una piedrecita inocente que luce en el cuello y la lleva sin prevenciones. Así nos pasa a todos, el perfil de los destinos se desconoce hasta que este se revela de manera irrevocable. No obstante pensó…

-Es un enviado, quizá la piedra es algo más que un símbolo, quizá su solidez es lo único que queda en la noche de difuntos, igual la piedra es la creación fascinada de la muerte...-

En tus despojos
Rebusco recuerdos
Como en sueños

Cuando descubrió que el sueño era inducido se sintió utilizada, defraudada y a su vez ladina e indagadora. Pero no podía decir nada ya que todo había sido urdido por los impulsos de su imaginación, el resultado de los artificios de su fantasía. Aquellos amores nocturnos, más reales que los que muestra la luz del día, más sentidos que los que aviva el recuerdo, la han colmado de un sentimiento nuevo. No deja de pensar en ellos, ¡esa es la verdad! Pero al conocer el móvil de los encuentros, al constatar que han sido una realidad falsamente recreada, se asombra de lo novedoso de la situación y desconfía.

-La realidad se funde con el sueño y se deviene en argumento renacido, ¿dónde pondré los pies en mis noches de insomnio…?-

La inercia de las situaciones domina siempre, al final Lucía prefiere seguir en el engaño y pensar que ha sido conducida por los enlaces ingobernables de su pensamiento. La verdad es que se encuentra complacida con los sucesos y suspira entre las manos los versos que ensaya para el lecho.

Entre tamaños
El tacto en la piel
Es primordial

Entonces pensó otra vez en la piedra de manera lasciva, intuía que en ella se encontraba el sentido del relato, lo fundamental en las contingencias expresadas en los actos de amor, pero no encontró el hilo de la trama, no pudo alcanzar la razón ni el significado de aquel guijarro minúsculo. No supo encontrar el lugar que ocupaba el amante del sueño, menos aún qué representaba la figura de el Chacal. Entonces se vio errante, conducida por intuiciones a la deriva.

-Se trata de la urna que guarda grabado el secreto de mi nombre; ¡eso me han dicho! Quizá contiene el valor profundo de mi existencia y me dice; ¡no soy ciega, deseo serlo!-

Es un misterio indisoluble que Lucía no termina de entender, entonces se excita con palabras disuasorias, exaltadas y difusas.
Secos los ojos
Mi instinto relumbra
Como el alba

No obstante las dudas acumuladas y los días de insomnio todo siguió su curso, la voz inaudible de la plegaria se dejó oír noche y día. Era la vibración de una similla germinal que crecía imparable en su mente, se agitaba en su interior y producía espasmos; quizá eran las mismas réplicas temblorosas que sentía el amante de arrayanes. Como una lombriz penetraba lentamente en su cuerpo hasta alcanzar y acariciar lugares recónditos nunca antes explorados. Eso la animaba a regresar a los regalos que le ofrecía la vida. Fue entonces cuando Lucía colocó en el lecho sábanas limpias y en la mesita de noche un jarrón de rosas rojas...

-¡Hay esperanza y quiero vivir…! -

Pensó en todo lo acontecido tras releer los diferentes capítulos de El amante de arrayanes. De las palabras escuchadas y escritas en sus relatos se quedó con una;

-¡El lenitivo de una pasión frustrada es otra pasión que cubre la primera!-

Entonces se dijo para sí…

-Es la mancha de la mora… La semilla que cae en el surco y germina de nuevo…-

Al final dejó caer una frase en el hueco de una ánfora que contenía aceites perfumados, ungüentos para el auxilio dislocado de los amantes. Él les llamaba: Los elixires del diablo

Existe un corazón de plástico
con la pasión de un tornado,
besos de arena añil
ya confundidos
con el azul del cielo.

Existe un camino llano
que conduce al punto ciego,
justo al centro de un remolino y
en las firmes  líneas de tu vientre,
en el apacible  dormir de tu remanso,
se desvanecen las formas que transitan
y se evaporan las penas de amargo llanto.

Allí se nutren las huellas de la oscuridad;
abatidas, caladas, paralizadas, duermen
y entre promesas quedan los amantes.
Allí nacen los sueños de la nada,
y las palabras son, se respiran,
pasan de suspiro en suspiro,
como la vida pasa plena a
 otra vida, ya confundida,
destensada, suelta
e indestructible.

Fue entonces que vio claro el final de la tragedia, por un segundo tomó el pulso del destino y abrió la ventana como aquel que abre la caja de los secretos. ¡Se llenó de luz al instante! Miró la lejanía y vio que allí se inflamaban los recuerdos en un desierto de papel en llamas; ¡quizá aquello era la luz del infierno!

-¡Nada, de él no queda nada!-

Dijo sin mover los labios.
Entonces tomó una determinación firme pero con precauciones: en realidad, sólo se pudo escuchar dentro de la caja de su pensamiento.

-¡Qué venga el Chacal y se trague mi cuerpo igual que un torbellino absorbe el océano!
¡ Qué beba mis lágrimas y deje relamidas y penetradas mis orejas!
¡Qué rebusque con su lengua fálica todos mis sabores!
¡Qué venga y agite estos huesos golosos!
¡Qué active con su verga esta matriz desolada!
¡Qué bese mis labios y hurgue entre los diente!
Y después… ¡qué deposite su fértil flacidez en mis entrañas!
Qué comparezca como una aparición, ¡pero que venga!
Con estos ojos vacíos no puedo verlo y en mi mente no puede haber otro dolor que este dulce amor que me mata. Le pondré el perfume de mis sueños, el tacto de mi estimado, la imagen cegadora de su rostro.
Que venga: le espero mañana a las 12 h. en la esquina de los amantes…-

           Notas del autor:
  • Lucía se ha vuelto a olvidar que no es ciega, ¡qué lo aparenta!
  • Pienso que hace falta coraje para alimentarse de incertidumbre y a la vez, ubicar el duelo en un lugar secreto de la mente: como lo hace la tierra, integrarlo y no abandonarlo nunca…

domingo, 2 de septiembre de 2012

Entrevista Con Lucía


Lucian Freud, La ciega.  2001

Entrevista Con Lucía

Pregunta: Rufino Mesa. Buenas noches Lucía, es un honor estar junto a ti y constatar la belleza de tu rostro, es una imagen luminosa y oscura que me sorprende. Día tras día he seguido los relatos; ya le di las gracias a Gregorio por haberlos escrito.
¿Cómo te encuentras?

Respuesta: Lucía.  Buenas noches Rufino… He mejorado las fatigas y tengo la esperanza puesta en remojo como el pan duro. Con las suaves caricias en los ojos ya no me duelen, con las purificaciones y bufidos de aliento ya no queman. Lo más eficaz son los masajes y fricciones en las órbitas, con ellos me resigno a ser ocupada; ¡es una violación consentida! Con los encargos que me deja ocultos me complazco, allí lo encuentro y aparece rebosante de vida; ¡mis cuencas son ahora cajas de misterio!

P: R. M. ¿Cuándo empezaste a sentir mejoría?

R: L. No estoy mejor, sin querer fluye el llanto por los poros de la piel y las recaídas son constantes; ¡no soporto la soledad! Empecé a serenarme con las caricias del Chacal; ¡lame las heridas cono nadie!, Con él empecé a sentir un resquicio de alegría en el pecho y un profundo pesar en los labios; ¡mi cuerpo ha borrado el sabor del beso!
Aunque en ocasiones empiezo a sentir temblores de placer, momentos de gozo, cuando estoy desierta me hundo en la melancolía. ¡Ay de mi! recaigo entre las sombras esquivas. Siempre aparece mi amor en mala hora y me llena de espanto, me despoja de alegría. La verdad, me ha dejado un peso insoportable; ¡es una sensación que desaparece levemente y así puedo continuar! No obstante me siento bien al notar de nuevo la luz del sol y más aún poder hablar contigo de mis pensamientos. Tienes la virtud de tener los oídos del coyote, si viene a cuento te comentaré historias  inconfesables…

P: R. M. ¿Te han servido de ayuda los relatos? 

R: L. Han sido como una tempestad providencial y han llegado en el momento oportuno. Los versos encriptados son un torbellino en la mente, me excitan el pensamiento como un licor travieso. También la piedra ha sido un lenitivo; las horas que he pasado haciéndola girar en el hueco de la boca han sido un masaje existencial en los límites del pensamiento. Todo ha servido para reconstruirme y conseguir mover los sentimientos. Gracias a ellos se han hecho comprensibles muchos de los misterios pendientes; ¡estoy dispuesta a empezar de nuevo! Con las antífonas constato que pocas palabras son muchas para asumir lo terrible de la realidad. He comprobado que iluminan momentos asombrosos, los recordaré siempre. Ahora son canciones salvíficas aunque no pueden evitar la melancolía de siempre. Las leo con la atención que se lee un Sutra en la puerta del templo, en ocasiones las trino como un gorrión espantado, entonces me calmo, abro las ventanas y empiezo a cantar versos nunca escritos…

P: R. M. ¿Cantar te anima? ¡Pues canta mujer, canta! Canta en las horas perdidas y en aquellas que han de venir, canta al alba y al sol de poniente, canta a los afortunados y a los que lo han perdido todo, a los que han caído en una batalla sin nombre. Canta a los que viven apasionados y a los que mueren sin saber por que lo hacen, a los que enarbolan banderas y a aquellos que no tienen ninguna. Tú cántale a la vida, al quebranto, a los amores que han de venir y a los que ya se fueron; ¡Lucía estimada, en los estribos del sueño declama y canta!

R: L. Los cantos me hacen bien aunque me hieren por dentro: ahora sólo se cantarle al amor perdido…
Tengo los pechos
Como el muérdago
Entre las sombras

P: R. M. Después de la pérdida y las largas noches del duelo, ¿esperas con ansiedad la llegada de una relación amorosa? ¿Te espanta la luz?

R: L. ¡Hijo de rabosa con sarna, tienes la lengua de una serpiente!

Nota de Gregorio Bermejo: Entonces tuvo un arranque de cólera y apresuró la despedida, buscó el bastón guía y la compensación al dolor en la huida. De esta manera zanjó el destino y la entrevista. Pensó en las últimas palabras del anterior relato y dijo sin pensarlo un instante.

-¡Vale, estoy dispuesta a atenderlo, que venga!-

P: R. M. ¿Perdona mi atrevimiento: deseas que le pase el recado…?

Nota: G. B. Ella no contestó y con las manos adelantadas, tanteando los muebles y los muros de la estancia, marchó con cierto aire de penitente.
Cuando le hice saber la noticia al Chacal no se hizo esperar: contestó al instante.

Respuesta Chacal. Querida Lucía, me quitas las horas de sueño y ahora, con tus palabras me haces esclavo del encuentro.
¡Hay que invocar la lluvia...! Estoy en tus manos, seré obediente en todo y espero ser un amante aplicado. Dime el día y la hora, allí estaré aunque sea en la cara oculta de la luna...

Respuesta de Lucía al Chacal: No te hagas ilusiones perro repugnante, hiena sin rabo, sólo serás un muñequito de plástico con el agua fría…

Nota: G. B. Así se despidió, sin marcar la cita en el calendario