domingo, 15 de julio de 2012

Tiempo de tristeza


El vórtice de la nube oscura. Fotógrafo desconocido, ruego me de su permiso y su nombre.

Tiempo de tristeza
Lucía es y merece serlo una madre hermosa, sublime y grande como la diosa Inanna. Pero no puede disfrutarlo, tiene una nube oscura en la memoria y vive con el semblante permanentemente ensombrecido. Camina solitaria con el corazón sangrante, atravesado por siete cuchillos como la dolorosa.
Creo recordar que en su momento ya la vimos consumida en la tortura, se movía lentamente en el despertar y llevaba sobre sus hombros el baúl de la tortura. Ahora sus dientes repican un tambor desventurado, lo hace vibrar igual que el Chacal lo hacía con los pulgares. Sus palabras son gemidos de dulzaina y de su boca no puede salir otra cosa que el lamento permanente de los vencidos. Sus oídos están encallecidos, tienen acufenos permanentes, solo se activan y pueden prestar atención si es para invocar al Ausente; ¡es tiempo de tristeza! Con su firme decisión de entrega al amado, ha dispuesto los momentos de su vida. Con su desgana crónica se ha hecho la eterna guardiana de la tumba de la pasión y el silencio; ¡ya no espera nada! De súbito se ha quedado sola, desamparada, obsesivamente perturbada por recuerdos de un tiempo feliz, una época que cayó como un árbol seco, ¡de repente! Un periodo sin mesura que le hace exclamar cada noche…
¡Entre el néctar
Subyugaste mi cuerpo
Con doce besos!

Lucía conoció el verbo creador a los trece años, no fue una aventura dislocada en el lecho de los enlaces, fue un acto de traición que la marcó para siempre. Fue con el Ausente cuando realmente descubrió su condición de mujer y ahora, trás ese período de entrega, de disfrutar plenamente de las libertades de Lilith, no está dispuesta a renunciar a esa atalaya amorosa, ¡eso es todo! No quiere ni pensar en perder los estribos del sueño por una burda imitación y menos aún, por la intima y solitaria fricción de los dedos aunque estos sean suyos. Cuenta entre murmullos incoherentes, que los enlaces amorosos la elevaban a cumbres insólitas. Entre jadeos y murmullos al oído, le encantaba sentir halagos sobre su cuerpo, eso la excita hasta la locura…
Como te mueves
Estremeces la vulva
Sin contrabajo

Explica que en cierta ocasión estaban en una cafetería y le dio un arranque pasional irrefrenable, le miró con lujuria y le lanzó un beso lúbrico con los ojos; ¡fue el primer verso de primavera! Se levantó con ojos ladinos y cargados de insinuaciones, fue al baño y se quito las bragas, al salir le dijo al Ausente, ¡vamos!, No sabían el destino pero pasaron por delante de un hotel suntuoso y se metieron dentro. Franquearon el hall abarrotado de personal, sin decir nada en recepción subieron al ascensor en solitario y marcaron el último piso. En el trayecto fue suficiente para llevar a cavo lo que se había forjado en su cabeza. Alargó el tiempo y aceleró los instantes para hacerle una felación completa, fue una eternidad lujuriosa. Mientras llegaban al séptimo, tuvieron tiempo de todo y hasta de recuperar la compostura. La escena se pudo ver en todas las direcciones, se multiplicó en los espejos siendo la visión del techo la más delirante; ¡era de infarto! Fueron momentos de libertad y locura que no olvidó nunca, especialmente quedó iluminado su olfato, recordará siempre como el aire quedó perfumado del aroma salino de las criadillas.
No obstante sus arranque pasionales sabe que sus quimeras son pasajes de un tiempo que no volverá; no tienes futuro, pero se resiste a aceptarlo. Malvive en un desvarío insoportable y no quiere salir de él ya que eso supone la separación y ruptura con el pasado. La marcha súbita de su amado se ha puesto justo en el medio de su existencia y el retorno ya no es posible; ¡lo sabe muy bien! Ahora se encuentra secuestrada, prisionera entre el laberinto de sus recuerdos y la enérgica dependencia amorosa. En sus ensueños le escribe.
Toda la tierra
Entra en mi vientre
Si tu la pones

Aunque vive sin luz en los ojos está henchida de anhelos, tiene visiones y escucha voces herméticas, vahídos de la noche. Vive entre sueños las contradicciones más sangrantes y se abandona cautiva en el interior de sus pasiones, ahí se lamenta y solicita ayuda.


-¡Qué puedo hacer con estos pechos de madre!-
Entonces prepara un baño con sales estimulantes, las había comprado en un puesto ambulante del mercadillo del jueves. Colocó la imagen del ausente entre flores frescas e hizo un altar delante de la bañera. Aderezó con velas las estancia, libró en el aire perfume de jazmín sintético, puso la música que escuchaban juntos y se metió en el agua. Se sumergió totalmente i dejó que el agua entrara dentro de ella hasta colmarse; ¡no sabía lo que hacía! No conocía las propiedades de aquellas sales y enloqueció de fogosidad. Una y otra vez llegó al orgasmo, se mordía los labios hasta sangrar, se retorcía entre las piernas hasta que las fuerzas la abandonaron totalmente. Ya abierta en dos, tuvo algunos espasmos epilépticos y se desmayó.
Ola de marfil
Cielo de vainilla
Mi maldición

Estas drogas han hecho estragos el los EE. UU. El caso más conocido llenó de estupor a los adictos a las noticias, se conoció el hecho bajo el nombre de: el caníbal de Miami. El personaje en cuestión, era consumidor habitual pero aquella vez las cosas se salieron de los bordes, tras tomarla se despertó en él una fuerza sobrehumana y enloqueció. Estaba con su amante en la bañera, le atacó y con los dientes le arrancó la cara de un bocado; dicen que en parte se la comió.
El caníbal había tomado una droga sintética parecida al Crack. Se trata de un compuesto parecido a las sales que sirven como relajantes musculares, son cristalitos de colores en apariencia inofensivos. Su nombre clínico es de 'Metilendioxipirovalerona', o MDPV, (siglas en inglés). Pasó a ser noticia mundial por los efectos que causa y la fuerza que genera en aquellos que la toman. Los adictos a las pasiones fuertes le llaman “Ola de marfil”, ( ya la cité en el relato de Strauss Kahn). También se le conoce como: “Cielo de Vainilla”, “Bendición” o “Relámpago blanco”
No me comprendo
Entre mil convulsiones
Me descompongo

Lucía no toma excitantes, ni el café le viene en gana, con agua fresca del mar y la luz de las estrellas tienen suficiente para llegar al éxtasis, pero el agobio espiritual la está destruyendo y ella se precipita cada vez más en ese estado. Le envío estas fábulas para animarla, pero ella no responde; seguramente me ve como a un alumbrado, un santo con sueños de niño. Un bobalicón que toma un helado de chocolate, lo toma a destiempo, se derrite entre los dedos  y resbala sin control.
En ocasiones Lucía espera la solución en el ocaso y siente una llamada poderosa del fin. Para mi alegría evita aumentar la tragedia y se consuela leyendo una y otra vez los relatos que le escribo.
Con los ojos vacíos  y el pecho constreñido de dolor, vuelve al encuentro con la imagen del espectro, por la noche siempre  cae en la malla espesa del recuerdo. Ya de madrugada, regresa a la vigilia y abandona los juegos nocturnos, al final queda extenuada y exclama una antífona que sale de su boca sin esfuerzo alguno.

Como el búho
Devoro las tinieblas
 Continuamente.

Así pasaron los años hasta que se hizo lánguida y flácida, su piel era de color añil y como un velo de seda cubría los huesos con reflejos transparentes…

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