jueves, 5 de julio de 2012

La nube


El eterno encuentro de Abelardo y Eloísa. 

La nube
Llegó como un nubarrón oscuro y marchó al instante. Anduvo sin pasos entre nosotros y nos dejó enganchado en la piel un escalofrío intrigante, una sombra sin consuelo. Se aproximó a él con sigilo, lo escogió entre todos y se llevó su alma prendida en la boca como una ramita de mirto. Lo hizo sin mediar palabra, lo envolvió en un torbellino de confusión junto a los amores pasionales que lo ocupaban.
Lucía quedó pendiente y absorta mirando la nube, en aquel momento no supo ver que pasaba en su cuerpo. Se llevó todo lo que le pertenecía, el gobierno de su vida, las ilusiones futuras, las confusiones presentes y además, le enlutó los sentimientos igual que lo hizo con los seres queridos. Años más tarde, ella irá junto a él y encontrará todo aquello que realmente iban a compartir; ¡incluido el beso y el sueño de los amantes!
Como ya he dicho se lo llevó entre los dientes para siempre, en silencio, cantando o silbando; como fuere, dejó tras de sí un reguero de amargura que ahora hace exclamar...

Es el momento
Se terminó el plazo
En esta vida

Ahora todas sus voces se han apagado, él ya no es nada, o mejor dicho, quizá es un manojo de cascabeles entre los dedos de la noche, recuerdos de los difuntos que excitan el tiempo perdido hasta la saciedad. A lo mucho que pueda quedar de él, ya es levadura entre esporas, fermento para otras vidas, aliento en el aire y probablemente otras muchas cosas que ahora no me fluyen de la cabeza; ¡me siento viscoso!
Nada quedó claro tras aquella nube pero cuando pueda haré un esfuerzo para vosotros, deseo iluminar la idea de manera vehemente y tatuarla, incrustarla o remacharla en el rostro de la muerte; es un deber contraído para combatir su astucia.
Con que sigilo
Nos conduces al foso
De los desmayos

Su rostro es más cambiante que el de Jano, por ejemplo podría visionar la nube como algo sonoro y brillante, quizá como una campanita muda que invoca las almas para enseñarles el camino. También puedo verla como un sonajero invisible que excita los recuerdos y, por qué no; la que trae la lluvia nocturna, la que golpea el cristal y nos llena el pecho de espanto. También puede ser la sombra insinuante, el escalofrió furtivo, el sonido evocador y la tierra trémula.

Porqué te temen
Si eres el consuelo
De la espalda

Yo no le temo, por ello prefiero mirarla de frente y con los ojos claros, entonces la observo entre los dedos; la nube se cuela como el viento entre mis manos, tomo su rostro ambivalente, lo llevo a la boca y la respiro. La escucho atentamente y constato que habla con los términos de un niño, sisea las voces de siempre y su terrible sonrisa no tiene maldad alguna. Su resonar de dientes es el tañido lastimero que desvela el amor perdido y el vacío de los ojos configura el hueco del encuentro con los temores más oscuros. Mirado así todo se hace presente como una realidad táctil y sobrecogedora pero si le das la vuelta te puedes divertir un rato con ella.

No te sonrías
Pareces el fantasma
De Canterville

Por desdicha la muerte es también una medalla de plomo que pende del cuello de los vivos y esclaviza la voluntad de los seres más queridos. La muerte hay que verla en su justa dimensión, ahora, en estos relatos, es ella la que invade el escenario, subyuga las voluntades y nos ocupa el pensamiento. Se muestra fría y distante, serena e implacable pero es una realidad sencilla que transformamos en versos y algazara para los vivos.
En su acción mecánica surca el cielo con el ritmo de los astros, juega unos instantes con los neutrinos celestes, se diluye en el campo de Higgs y se amontona entre los cuerpos sin alma, así forma la laguna de los fermentos, siempre dispuesto a empezar de nuevo; ¡eso es, nada más que eso!
Su situación nos espanta ya que cobra el tributo al arrancar la alegría del corazón de los vivos, pero la realidad no es tan perversa, sólo le canta canciones inocentes para los niños.


Inanimado
Como las lagartijas
Cuando palman

Con el silencio
Lo quieres decir todo
En un segundo
Sí, no…, sí, no, sí…
Como las lagartijas
Cuando palman


Susurra el Chacal… musita y sigue…


-Ya no quedan requiebros suspendidos en su boca pero puede estar fundido en cualquier cosa, ahora lo es todo menos un ser que mueve los sentidos y sabe responder a las demandas del deseo. Entre los vivos es más transparente que los recuerdos, ya no está pero su ausencia se hace corpórea y persistente. No es nada pero bien puede ser el velo delicado del rocío, el vuelo rasante de la tórtola, el vaho de la tierra, y porqué no, el que declama por mi boca los versos de la tristeza.
Él es la nube donde viajan todos los muertos, el recuerdo herido que busca consuelo, la voz trémula que canta con la aurora los suspiros vespertinos de la pérdida. También lo siento gemir conmigo, musitar entre mis labios la desventura de la noche; hoy veo con claridad como se apaga su victoria con los resplandores del sol. Todo sigue vivo, puede ser que alguna cosa quede de él en el canto nocturno del búho, en el voz sonora de la nube, la que tararea las canciones más desconsoladas de la vida y con su letargo invernal nos deja hundidos en la congoja. Se siente, se hace llorar en cada gesto de la tierra, pero ahora lo hace en mi voz como un pregón penitente. Él está en mi, quizá soy él en el limo fértil del río.-

Ruedan toronjas
Entre cielos azules
Prende mi sueño

-Estos son los versos del alma del Ausente, una y otra vez los recita, se oyen entre el retumbo de las campanas y yo los escribo; siempre persistente, un día y otro hasta convertirlos en letanía agotadora. Son los cánticos del viento y resuenan por los campos en todos los tiempos; se disuelven en aliento en invierno y primavera. Son murmullos que ruedan por la pendiente y se animan entre el griterío de los niños, los comentarios y risitas de las alcahuetas, los siseos socarrones de los obreros. De este modo transfiere su existencia ausente, me la dicta y yo la escribo para todos vosotros, así es como llega íntegra a los oídos de Lucía. Los versos son como jugos genitales que se fermentan en ella y crecen y se desorbitan hasta el momento de la reunión final. Son semillas que instala en su mente, juegos amorosos que se recrean en una performance continua, allí quedan y enmudecen.-

El murmullo del aire la consuela, día tras día le alivia la garganta. Es la nube letal que ensombrece su alma dolorida y con la resonancia oculta le diluye el nudo que la comprime. Así se disuelve el lazo que impide alentarse y por ese poro diminuto entra una caricia de luz.

Con un suspiro
Defino los tormentos
Entre los días

El amante de arrayanes le dice...


-No sufras más, él ha vestido tu vida de luto permanente, como Abelardo y Eloísa os vais a encontrar algún día. Lucía se da por bien pagada, los recuerdos están vivos en su cuerpo. La vertical de los árboles lo enuncian, el perfume de la hierba lo pregona, el lecho del río deja murmullos escritos en el paño del agua y la piedras del fondo forman los milenarios huesos de los ausentes. Todo esta bañado de duelo en sus ojos, todas las cosas desprenden insinuaciones que lo recuerdan.-

La meditación se ha convertido en un recurso evasor, entonces Lucía se instala dentro de una roca y se confunde con ella, se hace aliento permanente.


-Su voz es ahora el canto dulce de la naturaleza, la luz mística que desprende, yo le transcribo algunos versos mientras repico con los pulgares la piel de un tambor.-
A lo que Lucía contesta:
-Con la vibración del aire siento un espasmo y con él mitigo la soledad y la ausencia. La humillación a que nos somete la muerte es también el inicio de una nueva vida; con ella empiezo a detectar el vínculo que se contiene en mí. Tiemblo de espanto bajo la piedra amenazante; tiemblo y sueño en la melancolía que tu me has sometido, ¡me oculto en los huesos y beso tu muerte!-


Hojas de lata
Resplandece el olmo
Con su mensaje

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