viernes, 29 de junio de 2012

El Ausente


El beso de la muerte, Cementerio de Poblenou, Barcelona. Fotos: Andria Gergiou

El Ausente
Ocurrió aquella noche de luces asombrosas y tinieblas agónicas; un rayo entró en su vida y trajo un suceso que no se olvidará nunca! Las contingencias fueron funestas para él y para los que estaban a su lado; ¡sigiloso y terrible, el final vino al encuentro sin apelaciones! Se desplomó en el suelo sin resuello alguno, inesperadamente tomó el camino obligado por el destino y topó frontalmente con la muerte. Ella silbó el aliento de un instante que huye y se llevó su alma y su pensamiento sin mediar palabra. Su mente se ocultó detrás de una mancha oscura, su cuerpo dijo basta y así quedó confundido con la nada. En aquel instante se aflojaron todas las tensiones y sus articulaciones se desplomaron en gravedad libre; ¡no pudo dar ni un paso más!
Para él fue una partida súbita y podríamos afirmar que placentera pero dejó un reguero de dolor e incertidumbre en derredor suyo. Todo pasó en un instante, unos segundos de vacilación y angustia que para los vivos que lo asistieron bien pudo ser una eternidad.
Ese intervalo breve es determinante en la vida de cada persona, pero en su caso ha traído la leyenda del duelo ejemplar, lo ha convertido en ceguera, en pasión dislocada y en la estética del sufrimiento. Esta tragedia es la que ha suscitado estos relatos y por ello la hace destacable sobre las demás. No es la única ni la más angustiosa, tampoco es un consuelo para nadie pero sirve para señalar que la cosecha del dolor y la perdida es la que con mayor insistencia nos arroja la vida.
Su final tiene una parte consoladora, dibujó una marcha repentina, sin sufrimiento, inesperada y dulce. Fue tan rápida la partida que sólo dejó una manchita imperceptible en el suelo. De su boca se escapó un ¡ay…! y dejó de existir para siempre.
Sin abrir los labios llegó a pensar...
Entre luz-sombra
Me entrego al mundo
Y al olvido

Lo hizo sin dudar en lo que le estaba pasando y sin mediar una palabra con nadie; fue un acto diáfano. Sin duda señaló una marca evidente del final de la vida; sin apelativos quedó todo en su lugar con una fecha precisa: (  ). Esta fecha estaba señalada en el calendario del destino como el día que se inició el cambio hacia la cultura del desasosiego.
Se fue sin arreglar los papeles, sin despedidas sinuosas, sin alertas indebidas ni caras tristes y más todavía, sin dejar detrás un reguero innecesario de alaridos.  

He empezado pues esta obra para fijarlo unos instantes, retenerlo entre palabras y honrar su memoria. Lo hago también para quitarme esa manchita que bien pudo formarse en la mente. Pero el curso de los acontecimientos va creciendo y una herida permanente se ha abierto y puede quedar en llaga incurable. De hecho, día tras día la friego con flores de mirto pero Lucía aumenta la gravedad con sus aflicciones, hunde su dolor en mi pecho hasta sentir como transmuta mi nombre. Estos relatos son pues un lenitivo para calmar el desasosiego que crea la muerte, su presencia da relieve extraordinario a la ausencia y se deja caer con saña en los momentos de soledad.
No puedo evitar sentir la plegaria del silencio...

Ya no respiro
Se hunden en el pecho
Tres mil puñales

Pienso que relatar lo que pasa entre las personas es abrir la puerta al nuevo día y dejar que por ella entren las auroras con la fuerza de tiempos renovados. Describir lo que nos pasa es darle forma al desconsuelo y crear la estancia de los aullidos para encerrarlos; allí descargamos todo el dolor aunque en el pecho siempre quedan remanentes.
Entender la muerte es fácil, para algunos es una circunstancia colateral, para otros un abrazo exterminador, pero en cualquier circunstancia ¡qué difícil es tolerarla y más aún consentirla!
Dice el amante de arrayanes…

-Le doy vueltas al tema y no puedo soportarlo, es como una brasa que quema las manos y no logro apagarla. Para mover los pensamientos escribo de manera obsesiva; las imágenes afloran solas, parece que son el fruto de una demanda que ha de ser atendida. Son los mismos argumentos día tras día se presentan. El mismo llanto que hiere los ojos, la misma melancolía. Las palabras surgen solas, se derraman por la boca, esta es una muestra de mi infortunio y quizá el oscuro contenido de nuevas realidades.-

El viento de levante relata los hechos- 
Hablo sin boca
Te dicto versículos
Luces del alba
-No se que me depara la vida, noto como en el centro del pecho crece una herida, un profundo pesar que descubre el sentido del deber y me impone obligaciones, siento como el Ausente me hace hablar por su boca. Emerge ante mi un testimonio poderoso, una explicación que me deja desamparado, me pide lealtad y a su vez me llena de rebeldía. Un grito se escapa por mi boca, levanta las tumbas y hace repicar los huesos sobre tambores de duelo.
Les digo herido y hosco…-

Siempre mudos,
Quiénes son los muertos
Para reírse

-Me hiervo el corazón entre las contradicciones, todas me golpean en la sien y siento el desmayo súbito; el malestar me deja al borde de la derrota. Pienso que solo tiene sentido seguir si tomo el ejemplo del teófobo como guía. No obstante me atrae la llama curativa, el salto de salvación que repica en la mente. Medito sobre la muerte y deduzco que es depuradora de todas las quimeras pendientes y también la que finiquita todas las batallas. La muerte se ha convertido en un ventana oscura que contiene el significado de la vida; ¡ya empieza a ser condición permanente en mi obra!-

Callé en su día
Las palabras debidas
Tu las contienes

En los días de duelo todo se anima y hasta las piedras de muerte toman la palabra y cantan. Dicen los mármoles enlutados, los granitos penitentes; ¡las cruces del camposanto!
-Cómo esperaba experimentar una pasión así para asistirla, cómo añoraba encontrar la llaga del dolor para curarla, para lamerla hasta depurar el sufrimiento y convertirlo en llaga luminosa. Cómo deseaba beber de la raíz del sufrimiento y poder así aliviar la soledad del  jardín póstumo; ¡tan activo por las noches, tan solitario y descarnado de día!-
Entonces le escucho en el aleteo de las tumbas y me obliga a centrarme en el relato.

Ya no soy nada
Suspiros en el aire
Que se consumen

Le llegó el beso de muerte en un momento plácido, después de “le petite morte”, ese espacio post orgásmico y genital donde se descarga la fuerza de la vida y un reguero de semillas buscan el encuentro con el destino. Un momento donde la melancolía apacible ayuda a marchar y la pérdida de consciencia sitúa al ser en un estado letal. Es el desvanecimiento amable que la mayoría de las personas experimentan en las experiencias sexuales.
Él aprovechó ese instante plácido para marchar.

Zumo de vida
Mi espalda se vierte
Como semillas

Se entregó sin despedidas y entró en el tiempo mineral en cuestión de segundos.

Soy de tierra
Lecho de crisantemos
En noviembre

Fueron los últimos pensamientos y los adornó con una imagen inaudita: invocó con el último aliento el "Festival de la Felicidad". En aquel instante, un homenaje florido se convocó en la estancia; como un holograma se formó una nube luminosa de crisantemos japoneses.
Lucía pudo verlo unos instantes, recogió los versos y la imagen en la escudilla de su  boca y allí los retuvo para siempre, no los dejó marchar en toda su vida.

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