jueves, 24 de mayo de 2012

Elogio al infame


La gallina ciega 1788 - 1789 Lienzo. 2,69 x 3,50 Museo del Prado, Madrid.

Elogio al infame
Lucía no era ciega de nacimiento, pero tenía un pretendiente indeseado, un insoportable que la perseguía día y noche hasta la obsesión. Era tal su pesadez que estoy convencido que la furia del acosador fue la causa que la dejó a oscuras y también el motivo que dio sentido a su vida. Él fue la mano invisible que la precipitó irremediablemente a hacer aquel gesto heroico y por consecuencia, a que más tarde la hicieran santa.
Qué habría sido sin ese empujoncito vergonzoso, ¡nada! Ni siquiera este relato y los que vienen después podrían haber nacido. Por tanto quiero dejar aquí un sentido homenaje a los villanos, los rencorosos, cargantes, miserables y traidores. Ellos son los que provocan cambios en el destino y también los causantes de grandes gestos. Pienso que el fruto de la infamia es el motor y la causa que hacen desencadenar grandes gestas; junto a los grandes delirios de amor son los que mueven la historia.
Vuelvo a preguntar; ¿qué habría sido Jesús sin Judas Iscariote? ¡nada! Un charlatán en la puerta de los templos como los miles de ellos que deambulan todavía con las mismas palabras en la boca. Digo esto y señalo a los palabreros, los lenguaraces y retóricos que nos llenan la mente de humo como suele pasar también con estos relatos. Señalo a aquellos que van con discursos enrevesados para confundir, palabras con pámpanos en los dedos para cegar y les digo que son las cagarrutas divinas de su época. Parábolas parecidas a las mías que nos trasladan a la Icaria de ningún sitio, sólo que yo no me muevo en las apariencias; me confundo entre las piedras, esa es la diferencia .
Quizá en algunos casos puedan florecer ideas de esta pillería, hasta pueden hacerse observaciones más lúcidas que las del mismísimo profeta, pero nunca pasará de ser el juego jocoso de los infieles.  ¡Jamás dejarán que triunfe un perdedor! Así que... en este paréntesis (   ) dejo un homenaje pendiente al acosador, el garrulo perseguidor de Lucía. Sin saberlo y sin consuelo alguno, él le dio forma al relato y a su espíritu…

30 años 
Entre pausas
se acepta el ritmo
de la libido lesionada;
¡aparecen imágenes ciegas!
Deseos por laberintos sin control
que siempre barruntan por la mente.
Tú, sin querer, has salido del primer juego
y yo busco sin cesar los rastros de la realidad.

Tan sólo treinta años de ceguera,
camino oscuro para hallar el modo
de mover junto a ti el manojo de juncos.
¡Sentir el placer de sumergirme en la tierra!
Sé que no he creado la obra más bella del mundo
pero es la que cada día estimula más mis emociones y,
aunque aparento indiferencia para no perder la compostura,
te espero, inmóvil en el suelo, te espero y sólo una piedra rodante iguala mi soledad.


Alusiones-ilusiones
Ella es la sombra de una mujer hermosa y eso siempre puede sacar a un hombre de sus estribos, tiene andares de gata y miradas que hacen bajar la vista. Es divina como lo son todas las santas.
¡Qué trampas prepara el destino, qué contradicciones más sangrantes! Como este es un tema que ha quedado gravado en la placa de los instintos, por el echo de ser divina, ya es una provocación que daña la inteligencia.
Un día de poco sol y con ánimo resentido, ella preguntó al pretendiente en cuestión:
¡Mirad que situación tan cruel se desprende de la pregunta!

-¿Qué es lo que tanto te interesa de mi?-

Él le respondió que su perdición eran sus ojos verdes; ¡la soñaba día y noche, estaba turbado de amor por ella!
Entonces ella, una hermosa y joven mujer que jugaba a la gallinita ciega por los caminos inocentes de la vida, tomó un puñal y se los sacó. Los colocó en una copa de plata y se los entregó.
Fue un acto de amor y de belleza sublime, ¡una performance extraordinaria! Ahora podemos ver la secuencia con todo su esplendor; ¡tenemos recursos mentales para hacerlo! En aquel momento tenía el rostro ensangrentado y por las cuencas vacías brotaba el jugo de los nardos.
Dicen los entendidos en cuestiones milagrosas que con su luz interior ella seguía viendo, tenía el don de la luz de la verdad que brotaba de su mente. Por todo ello se hizo la protectora de las costureras y los mendigos. Lástima que no lo hiciera también de los escultores, personalmente estoy muy necesitado de inspiraciones de este calado.
En mi caso he podido tirar adelante gracias a ella, Lucía ha sido el retrato ejemplar de mi madre. Encarnación, que así se llama, me ha enseñado muchas cosas, entre ellas a perder los estribos en el camino y seguir avanzando. Como Lucía perdió los ojos por amor, ella hizo posible que sus hijos tuvieran el valor de la renuncia. Aprendí bien la lección, yo perdí hasta el aliento en el momento de nacer; ¡soy experto en la derrota! En la batalla por la vida he peleado por todo; nada me ha sido regalado. Hasta la luz de los ojos ha sido conquistada en una lucha permanente por ver el nacimiento del sol.

Con luz de candil
Aleja estas dudas
Ábreme los ojos
D. Agustín.

A los diez años trabajé cuidando patos y cortando leña para los vencedores. A los once arrancaba remolacha con las manos ateridas de frío en los campos de Pilué. A los doce rompía las piedras con un martillo y perdí la inocencia. A los catorce años me hice hombre y me doblaron la espalda los trabajos duros. Ya de mayor y visto que nadie escucha, que nos hemos quedado sin luz en un mundo de iluminados, he optado por trabajar en el silencio. Soy escultor del secreto, mis trabajos más sentidos están fuera del alcance de la mirada; ¡las ocultaciones!
Me complazco al trabajar para todos los ciegos, también para aquellos que tienen los ojos verdes… En los próximos relatos mi voz callará, le paso la palabra a Gregorio, un buen amigo que sabe interpretar los aullidos de un ser extraordinario, el Chacal.



Palabra justa

Hay ausencias que rehabilitan la ilusión
como hay machetes que cortan la caña verde.
Hay cuchillos que silban entre brisas de levante
y palabras honestas que mejor no haberlas dicho.
Hay alegatos que siembran la historia de desdicha
y hay gestos nobles que bendicen las bajas pasiones.

Hay creencias que ensalzan la conciencia en un instante,
son fundamentos que sumergen el espíritu entre neblinas y
como tratados dormidos, olvidados permanecen en los estantes.
Los impulsos nos engañan, alguien nos mece con la palabra injusta.

Somos niños de leche cargados de metralla.
Nuestra boca habla con los labios cosidos.
Nuestros pies hacen el camino de regreso.
Nuestras manos buscan sin alivio la caricia,
arrebatos de ilusión en los valles del fracaso.

Ya no queda piedad bajo los cargos del cielo.
¡Qué podemos hacer sin amaneceres gloriosos! 


Así se expresa Gregorio Bermejo; un poco cerrado en el discurso pero siempre es fiel a los presentimientos.
Rufino Mesa 24-5-2012

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