martes, 8 de noviembre de 2011

A Joan Casals y los ausentes


  Joan Casals: 1945-2011.  Fofo 1989, Catálogo: Biennal de la Diputació de Tarragona

























Joan y un amigo en Roma. Foto de Pere Salabert 1962
A Juan Casals

Escribía un correo cuando llegó la noticia... - Joan Casals ha tenido un infarto: ha muerto -
Una sombra veloz traspasó la memoria y de ella derivaron poco a poco los recuerdos. Palabra a palabra, lentamente aparecieron las voces, se iluminaron las imágenes, recordé las tertulias en l'Escola d'Art, aparecieron las sonrisas placenteras, los encuentros festivos... Han sido años felices, de retos y trabajo ilusionado, pero han sido breves. De repente, la noticia ha mostrado todos los surcos de mi rostro y el tiempo ha dibujado en la piel el mapa de la agonía. No queremos aceptarlo pero el tiempo nos ha derrotado, rápidamente nos ha puesto en el final del trayecto...


Què puc dir-te? Ara ho saps tot!
Has traucat passos francs, ets la llei d'or
El teu cor és roca anyil entre pedres càlides
Al sol et cobreixes de bèrbols diminuts
A l'ombra, avui verdegen les tiges tendres

El teu pensament es desplaça en el temps mineral
Voles lleuger, com raigs del sol navegues lluny
però avui ja no pots replicar-me amb paraules
de sobte, has après a entonar el silenci i calles
Calles per sempre i esbosses la distància...!

 Obras de la exposición: Dipòsits de la memòria. La Torre Vella, Salou. 2007

Sumario del tiempo
La noticia ha activado los recuerdos, estaban ahí y ahora se han hecho presentes; con fuerza y melancolía han nublado el pensamiento. El tiempo ha pasado por nosotros y ha acumulado la prueba evidente del transito por la vida. Pasé la experiencia del infarto hace diez años, salí de ella y me encuentro fuerte.  Decía que el tiempo es el flujo permanente, se dibuja en el rostro y sojuzga todo el cuerpo. Cada arruga o manchita en la piel es una señal, una caricia que nos acerca al final, ¡lo sabemos todos!  El tiempo modela el pensamiento y formula la actividad de las manos, así aprendemos a ser, a vivir en aquello que hacemos. ¡Sólo en el tiempo nos damos! En el plazo que nos toca tenemos que modelarlo y hacer con él la obra, cada cual la suya. Hay que cincelar los recuerdos para avalar el testimonio de lo que hemos vivido. Es un mandato incrustado en la mente. El alegato de nuestra vida es una fístula permanente hendida en la condición humana…

Hace menos de dos semanas que estuvimos hablando de manera atropellada de estas cosas. Como siempre, Juan Casals tenía una sonrisa floreciente en los labios y con gesticulaciones y palabras entrecortadas pasamos un buen rato. Hablamos de todo, desenfadados, ¡ligeros! Era tratar los temas de calado como cosas sin importancia. Divertidos dialogamos un buen rato; un repaso superficial a los temas de la vida, entre ellos el de la muerte. Entonces parecía muy lejana y la presentamos sin sombras, como lo hacemos normalmente; un concepto filosófico tratado desde la barrera de la eternidad. El tema apareció un momento y lo unimos al trabajo creativo, a la particular visión que tenemos aquellos que dedican unas horas a pensar en algo que no es “práctico.” Él se había jubilado y estaba retomando los deseos de pintar; me vino a decir que tomó los temas del mismo lugar donde los había dejado. Valoramos la importancia de legar a los demás el testimonio de las manos y el fruto de lo pensado. Todavía tengo el tono de su voz resonando en la mente. Fue en la galería Antony Pinyol con motivo de la inauguración de la exposición de Alvar Calvet.  Una conversación distendida, entusiasmada y caótica, un hablar sin rumbo como suele ser en estas ocasiones. No llegamos a ninguna conclusión; envueltos en el murmullo de la multitud nunca se llega a nada en estos "combates verbales".

En la vida nos ocupamos poco de la gravedad del ser y menos aún del misterio al dejar de serlo, por ello me dispongo a escribir unas palabras para retener el recuerdo del Juan, pero lo hago sin la esperanza de proporcionar con ello una brizna de consuelo.  Personalmente estoy herido y procuro que no se noten las llagas. Todavía no he superado el duelo por la pérdida de mi hijo Andreu; es una cuestión que no puede ser gobernada con razonamientos. Se mueve por canales autónomos y anegados con sentimientos sin consuelo. No obstante el dolor que causa mover ciertos recuerdos, el fondo de la cuestión me ha dado mucho que pensar y me ha ayudado a tener cierto sosiego ante la tragedia.
 Como no soy creyente y no necesito la figura divina para proporcionar esperanzas, en el texto huiré de la simulación clemente para consolar­­ y consolarme. Hablaré de la muerte con el respeto que merece tener ante nosotros a una persona que nos acompañó en vida, que lo supo hacer con alegría, respondió con la amistad, dedicó su tiempo en vivir y en dejar el humilde testimonio de un pintor de vestigios.

  Obras de la exposición: Dipòsits de la memòria. La Torre Vella, Salou. 2007

Tomo la palabra
Ahora el tono de la cuestión ha cambiado, he quedado solo en el debate y me veo avocado a tratar el tema en solitario. Me siento afectado por la pérdida y he de hacerlo en el trance de la situación. Tengo que ordenar las ideas con la dificultad añadida de competir contra las emociones. El Juan no podrá replicarme y empujado por el deseo de acomodar orden en los sucesos de la vida, tengo que hacerlo en breve y con la gravedad de su ausencia. Justamente en su memoria hoy tomo la palabra, retomo su espíritu por un instante, ¡tan sólo por un instante! Evoco su recuerdo y tomo la palabra; es lo único que puedo hacer para honrar la memoria de los que se han ido. Ofrezco esta reflexión y me la escribo a mi mismo.

¡Es un lenitivo para consolarme!

Soy consciente de que son conceptos difíciles de manejar, complejos de tratar y más aún de consensuar; cada persona tiene su propia construcción del ocaso, su visión particular del final de la vida. No seré yo el que intente hacer cambiar de opinión a aquellos que esperan un mundo mejor al otro lado del pensamiento,  presiento que tienen mayor fortuna; ¡a mi no me espera nada!
Tomo la palabra y afirmo que no hay otro tema que aparezca ante mi con mayor dureza y relieve. Para los que quedamos vivos, nada hay más terrible y doloroso que la  pérdida y el desánimo, el duro sillar que la muerte nos deja para quedar postrados. Entre todas las cosas temibles, no hay nada más denso para los sentidos que el silencio que desprende la presencia de un cuerpo inanimado, el secreto oculto en su mente, el susurro velado en los labios. Es más, resulta aún más fuerte si el final de la vida es así, inesperada, sin anunciarlo; ¡de repente! Ante ese silencio hueco, ante lo inapelable de su presencia me quedo desamparado. Creo que todos quedamos deshabitados, empequeñecidos y tambaleantes. La diferencia estriba en que algunos lo saben llevar mejor que otros. En ocasiones, el dolor no manifestado es doblemente dañino, crea una herida invisible que no se cura nunca. El duelo es un período más o menos prolongado que se ha de pasar con fortaleza; sin olvidar, hay que salir a ver el sol cada día y decirle a la cara: ¡buenos días amor, buenos días!

El instante del adiós queda gravado en la memoria para siempre. Es de tal densidad emotiva que se embotan los sentidos y pierdes los referentes; todo queda interferido por sensaciones contradictorias. Todos los errores del pasado quedan cancelados y los motivos pendientes suspendidos. Hasta nos ponemos a escribir alguna cosa y así llorar y honrar el trayecto recorrido, como si al hacerlo prolongáramos un poco más la memoria y evitáramos con ello la caída en el olvido.
Así son las cosas: ante la solemne presencia de la muerte no podemos eludir los mandatos y demandas de los sentimientos. El pensamiento queda bloqueado y no es posible evitar las preguntas, las esperas, las visiones, los recuerdos. También, y especialmente, para los no creyentes hay dolor e interpelaciones: ¿dónde han ido los misterios de su vida? ¿cómo descanso su ausencia? ¡qué pasará con sus proyectos¡ ¡qué hago ahora, acosado en la soledad y el desconsuelo!

Obras de la exposición : Dipòsits de la memòria. La Torre Vella, Salou. 2007

El espíritu
No conozco la frágil materia del espíritu y no quiero entrar en territorios de ensueño; en este tema han dedicado millones de horas los que han estudiado teología y no han llegado a ninguna conclusión palmaria, todo se asienta en creencias, en ensueños, en palabras trabadas en el pensamiento antiguo. Por mi parte siento que mi hijo Andreu, como el Juan, están aquí cuando los recuerdo. Puedo rebobinar el tiempo y encontrarme con ellos cuando nuestros hijos eran niños; eso es lo que habita en mi mente y dispongo de imágenes claras para evocarlos. Puedo leer los versos de Andreu, ver las pinturas de Juan y conectar con lo que fue su pensamiento, están ahí y por ellos ya no pasan los años, siempre van conmigo y mantienen el mismo semblante en la memoria.

-¿Siempre estarán ahí? -
No: ¡sólo yo puedo invocarlos de esa manera!

Estarán ahí mientras haya alguien que quiera y pueda recordarlos… Solo las obras perduran un poco. Aquello singular que hacemos en vida permanece por un tiempo, sólo en ellas podemos prolongar lo que hemos pensado. Pero no todas las obras perduran, el tiempo y las fogatas devoran los mejores pensamientos y estas siempre están en llamas. El tiempo es inexorable y devora sin piedad, él se lleva a los valles de la amnesia todo lo pensado. Por otro lado está la conducta humana con sus llamas depuradoras, las avivan los que se hacen llamar sabedores de verdades eternas, los que exhalan rencores y anhelan el poder, estos siempre son incendiarios. Los humanos tenemos una proyección en la memoria colectiva, las obras son el testimonio de lo que hemos sido, el tesoro intelectual legado, ellas son el testamento que nos representa. Apoderarse de ese legado, manipularlo y conformarlo a conveniencia es apoderarse del poder. Con esmero de orfebre, en cajitas de plata dejamos el fruto del pensamiento. Podemos afirmar que en las obras queda el espíritu de lo que hemos sentido. Pero constatamos que si las obras no encajan o no son asimilables por el perfil ideológico de los que circunstancialmente mandan, rápidamente desaparecen. Aunque sean auténticos logros del saber y maravillas de la creación, desaparecen. Por el contrario, puede pasar que la reflexión y el eructo de un niño sobre un papel de paja, el delirio de un instante, perduren si se unen a la corriente de la sociedad triunfante. Esta semilla incipiente puede crecer, hacerse historia y consolidarse en el tiempo…
Así se manifiesta el espíritu personal y encaja en el pensamiento colectivo; por azar permanece o desaparece, se consume y muere o se eleva a la representación del momento histórico.

Obras de la exposición: Dipòsits de la memòria. La Torre Vella, Salou. 2007

El aliento
Me conformo con anotar de manera sucinta que el aliento es la sublime vibración material de la vida. De forma permanente, es la que mantiene el “espíritu" estremecido y “animado” dentro de la misteriosa membrana que nos hace de piel. El cuerpo es la caja de los secretos alentados y animados… Tras la muerte ya no hay turbación ante el dolor, ni asombro en los ojos ante el color de las auroras… Podemos afirmar que el cuerpo queda “exánime” y el “espíritu”, la acción del pensamiento, ya no puede manifestarse… El ser, esa situación efímera en la vida, esa cuestión compleja entre las quimeras del pensamiento, deja de serlo para quedar disuelto en un puñado de cenizas… Es la mayor performance que ejecutamos jamás, la expresión clara del último acto.

L'alè és un flux d'energia
Un buf que aviva la trèmula flama del ser
Un murmuri material i permanent
que enllaça el plaer amb l'agonia

Aquí está comprimido todo el secreto de vivir: enlazar el placer con la agonía. Si lo pensamos bien es una situación dolorosa, pero también es placentera, universal y sencilla. Pienso que es la regla de oro que se expresa directa y sin señuelos. Quizá esa regla se escriba con el aliento que entra en el pecho y todo lo que conocemos sobre el espíritu sea eso y sólo eso. Cada instante es un soplo definitivo… Hay que cantarle a los días; ¡ellos nos van a derrotar! Mientras tanto, hay que permanecer en lucha para estar vivos y sentir el perfume de las sucesivas primaveras!

El aliento nos trae tonadillas silenciosas que se consumen disueltas entre canciones de cuna; ¡permanecer es el motivo! En el vientre ya escuchamos la resonancia del mundo, notamos su ritmo acompasado, sentimos como palpita en la bóveda de la mente y aprendemos a resistir. Al nacer también  crece con nosotros el dolor, la risa y el llanto. En la primera espiración que sale del pecho ya expulsamos un aullido animal que estremece el aire. Ese bramido espantado permanecerá para siempre en nuestra memoria oculta, ahí seguirá amenazante, como una piedra descomunal e ingrávida sobre nosotros, siempre al acecho hasta el final de los días. Es un grito y a su vez un canto espiritual a la vida, una melodía que se replica en la ley de oro y nos recuerda que tenemos que morir. Es un enigma que pende sobre nosotros y nos ayuda a ¡enlazar el placer con la agonía!
El gemido de un niño que acaba de nacer anuncia el inicio de un camino secreto, venturoso, trágico y desconocido. Inicio de una senda que tiene su final en el regreso; la disolución del ser y el nuevo advenimiento en un bostezo de cenizas permanentes.

Vivir en la incertidumbre y la dependencia

Al conectar con la luz del mundo, ver el asombroso espectáculo que se ilumina ante nosotros, recibir los dones de la tierra y vivir sumergidos en su misterio, quedamos inmersos en la incertidumbre y no vemos claro el sentido de la vida y de la muerte. Constatamos que sobre la piel de la tierra se explica con gran sencillez y sin embozos morales pero no queremos verlos. En el bosque, en el aire, en el río o en el mar, el dolor se acopla con el placer, la vida tiene que devorar energía viva que al instante deja de estarlo, es una ley radical que en el proceso nos hace víctimas y verdugos, es el canto enamorado de la vida con la muerte que enlaza el placer con la agonía. El árbol que muere abatido en la sombra se une al que recibe sorbos de sol y rebosa de fortaleza, el corzo que arranca hierba cargada de semillas es abatido por el león y este a su vez es devorado por seres diminutos.
Los humanos no quedamos satisfechos con un trato semejante, esa ley nos sitúa en un plano de igualdad con las demás formas vivas y nosotros queremos ser advertidos en el mundo como algo singular. Queremos ser los hijos predilectos de la creación; lo necesitamos por una supuesta reflexión iluminada; ¡somos los presuntuosos hijos de DIOS! No obstante esta pretensión humana, seguramente es la característica que más nos une con el resto de la naturaleza. Esta razón es para pensarla detenidamente y asimilarla plenamente, lo tenemos que hacer para admitir que tras la muerte no somos otra cosa que un montoncito de tierra. Nosotros no queremos entenderlo así, nos cuesta aceptarlo y ponemos de relieve pequeñas singularidades que nos separan del resto de las formas vivas.

Pienso que tenemos que abrir las compuertas del pensamiento y aceptar que vivimos de manera dependiente y en estrecha colaboración con la naturaleza. Estamos unidos en una simbiosis permanente y no podríamos sobrevivir separados del mundo que nos sustenta. Toda la vida es una y su variedad de formas es la que permite el triunfo de la misma. Ella impone el juego sin ningún valor moral ni prebendas ante la muerte. En su despliegue observamos cierta jerarquía, un orden grandioso pero equilibrado se manifiesta y constatamos que la dependencia mutua nos une. Vemos como se impone la ley de oro y se hace obligado su acatamiento; la violencia de devorar y ser devorados enlaza el placer con la agonía. Comprobamos como el amor y la seducción son mecanismos para reproducirse y cumplir el mandato superior de la especie. Vemos también el deseo de permanecer y evolucionar así como evoluciona y varía el contexto. Por todo esto no hay otra regla para todas las especies que no sea producida por la necesidad, la posibilidad, la contingencia, la inteligencia y la fuerza para sobrevivir en las condiciones dadas. La vida es una danza en la marmita del mundo y lo hace sobre las escrituras materiales de los difuntos.

No contradiciendo ni destruyendo estos principios y contemplando la singularidad de cada ser, podemos observar que todas las formas vivas son auto referenciales y únicas. Es asombroso el poder catalizador de una enzima, la virulencia y el nivel propagador de los virus, la abundancia y poder regenerador de las bacterias, o, pongamos por caso, la carga de saber acumulada que encierra una célula germinal del ser humano. Cada especie, por diminuta que esta sea, es una muestra de la creación, una pieza clave en la urdimbre de la vida. Quizá la vida no es otra cosa que la expresión de un mandato superior trabado en las leyes de oro, un mensaje cifrado en los mecanismos internos de la materia. Si queremos pensarlo, podemos ver la vida como consecuencia lejana del spin paradójico, una valencia singular en las partículas que configuran el átomo. Se trata de una danza diminuta que vibra en todo el universo y hace aparecer la vida allí donde es posible darse. Un ritmo ligeramente escindido que hace un guiño burlón para orientarse y fijarse en el hecho singular de ser dispar. Quizá, posteriormente, sea un enganche entre moléculas egoístas que desean perpetuarse como lo hacen las partículas al alrededor del átomo y en su girar eterno encuentran la manera de hacer la mueca creadora que enlaza el placer con la agonía.
Como pienso, toda la naturaleza tiene la capacidad de auto recrearse y evolucionar unida a su  contexto. Posiblemente de ahí nace el hecho de que todas las especies son diferentes y precisamente buscan la diferencia para sobrevivir en la diversidad y colaboran por puro interés. ¡Un juego entre maravillas! cada uno a lo suyo conducidos por un destino común, enlazar el placer con la agonía

Joan Casals 2007, junto a una de las obras de la exposición de La Torre Vella, Salou.

La mente y el espíritu
Posiblemente la creación de la conciencia y la existencia del espíritu son atributos del pensamiento humano, una cualidad que sólo ha tomado forma gracias al tiempo sobrante para actuar sobre si misma. La mente humana está formada con materia que tiene la posibilidad de pensarse, se observa así misma y tiene la percepción de que está sola ante lo que está pensando. Observa también como ella es creadora de figuras inmateriales que se devienen realidad. La mente elabora hipótesis que posteriormente construye, imagina realidades que poco a poco hace presentes, toma ideas del pasado y las proyecta hacia el futuro. Con su deambular imparable llega a examinarse y nace entre sus creaciones el cuerpo trasparente del espíritu, Con hipótesis inspiradas alcanza a pensar que este puede sobrevivir al colapso del cuerpo, que el deambular mental es la actividad de un ente inmaterial que lo habita y este puede ser liberado como se liberan los pensamientos en una piedra hueca. Es mucho más complejo pensar y tener conciencia de ello, comprender que el último suspiro es el que enlaza el placer con la agonía.
Los recuerdos tienen su propia energía y aparentemente aparecen como algo que está fuera de la materia que la genera y que él, el espíritu, sobrevive para siempre, esta fuera de la ley de oro… El error esta en no entender que los pensamientos también son acciones materiales, reacciones químicas y descargas de energía que son en definitiva las que evocan los recuerdos y recrean las emociones. Los recuerdos fenecen y si se perpetúan, de alguna manera quedan inmersos en la memoria singular de la vida.

No hace falta especificar que la idea del espíritu es de nuestra invención y atribuirle al aliento la ubicación del alma es también una feliz ocurrencia. Es una figura retórica que auxilia nuestra falta de luz, calma el desvelo y mengua la incertidumbre. Todo se balancea entre las creaciones de la mente, el espíritu nos acompaña cuando estamos vivos. Podemos afirmar que estamos soportados por la materia que nos contiene, activados y conscientes por un instante, ¡tan sólo por un instante!. No somos nada más que eso; materia animada que danza en la marmita del mundo y, en la danza, no se puede eludir la necesidad el pensar sobre si mismo igual que no podemos evitar ver nuestras manos. Ellas nos presentan el sigilo potencial que se oculta entre los pliegues del barro, el latido inaudible de las piedras; con ellas, el misterio del pensamiento se revela perplejo ante los encajes del mundo…

Opino que pensar no es una virtud exclusivamente humana, es un imponderable sobrevenido de las funciones propias de estar vivo. Todos los seres se piensan así mismos, se organizan, evolucionan y se replican. Pienso que si el espíritu es el dibujo sinuoso, el rastro que deposita la vida, no es pués otra cosa que la memoria activa que deja el ser en su camino. Así podemos deliberar sobre el hecho de que todas las formas vivas y minerales dejan su testamento… El tiempo siempre se repliega en la materia como un papel de barro, allí se inscribe y deja la memoria de todo lo que ha ocurrido. Así podemos constatar que la tierra también tiene su propio espíritu, igual que el sol y las estrellas del firmamento.

Transcender el hecho de morir

La vida y la muerte se rigen por leyes naturales, es la regla de oro. Entre las sales de la tierra nace y muere, se expresa allí donde es posible y se da en la medida que pueden darse… Para nosotros no es sencillo asimilarlo, la tragedia bloquea el pensamiento y nos espanta la simplicidad con que expresa su ley.  No podemos entenderlo porque estamos habitados por sueños, llenos de promesas animadas con grandes esperanzas y ante la muerte todas se desmoronan. Nos encontramos saturados de propósitos incumplidos y ahora, ante ella, se confirma que no se cumplirán nunca. Teníamos sueños desmedidos de libertad,  éxito y felicidad y casi todos se ha revelado con dolor, fracaso y frustración. Pero al instante advertimos que la muerte lo resuelve todo; en el fondo, la vida la hace servir como remedio, ¡es una acción depuradora que enlaza el placer con la agonía! Detrás de la muerte hay una vida, detrás de una perdida hay un encuentro…
Así como sentimos constatamos la escisión entre lo que sucede fuera de nosotros y lo que deseamos que suceda. Al final del camino quizá llegamos a ver que somos habitantes en los sueños, y ahí, en el duermevela, es muy difícil entender la sencillez de la regla de oro. Al final la entendemos, nos habla sin contemplaciones y la entendemos, ¡vaya si la entendemos! Siempre se impone y en ocasiones lo hace de manera inesperada, entonces, como niños, quedamos asombrados y abatidos. Antes la autoridad de su voz silenciosa quedamos perplejos y atemorizados.  Nos llena de melancolía el secreto que desprende un cuerpo presente, frío, inmóvil.

Premio Tapiró de pintura 1987. Acrílico cobre madera. Museu d'Art Modern de Tarragona. 

Metáforas ante el hecho de mirarte
Sin conocer los sutiles recorridos de la muerte, sin tener conocimiento de como debemos tratar el tema, pero con el bagaje de haber sobrevivido a un trance parecido al que has sufrido, diré lo que pienso ante el hecho de mirarte. Te siento estático y secreto, silencioso y distante. No dices nada tendido en tu último lecho, eso me llena de inquietud y me anima a tomar la palabra.
La muerte es una consecuencia inevitable, es necesaria y aplica la regla de oro para hacer posible la vida, lo sabemos siempre pero no la aceptamos nunca. En la vida somos materia animada por un instante, ¡tan sólo por un instante! y la muerte nos devuelve al lugar de origen para que todo continúe en la rueda infinita de los cambios. Es la rueda que enlaza el placer con la agonía y no se para nunca.
Mientras estamos vivos hacemos el gran viaje, o recorremos el pequeño sendero que nos toca; cada ser tiene sus distancias y su propia bitácora. Trazamos el camino sumergidos en un sueño, en el mejor de los casos disfrutamos del paso de las estaciones, respiramos el gozo de muchas primaveras. Es  un viaje misterioso para llegar sin aliento a este final frío y oscuro. Iluminamos el trayecto con los ojos vendados, la luz nos viene dada, nos lo explican todo pero quedamos desasistidos. Lo alumbramos con  los sentidos y con pequeños destellos de luz mental, son leves y sinuosos. Caminamos a tientas en la oscuridad del mundo. No tenemos otros recursos y con ellos quedamos asistidos.
En la marcha tomamos las experiencias como aliento que desprenden las semillas; entonces sentimos que todo florece en nuestro interior. ¡Es la gran cosecha del ser que se mece en los trigales verdes, en el gran sueño! En la selección del grano, las palabras, los conceptos, podemos respirar, sentir, pensar, recordar, amar y muchas cosas más, entre ellas experimentamos el sabor de la derrota, el tedio, el abandono y el dolor...
Tras la muerte todo el ser se paraliza, las pequeñas descargas neuronales que activaban los recuerdos desaparecen y la caja de los remembranzas se cierra; es el fin de la ilusión. Ya no se puede respirar ni aullar, ni tener deseos, ni maquinar nada, el ser ha perdido el gobierno de si mismo. Ya no existe la tenue luz del yo, el espíritu ha cesado de imaginar. Todo en él se ha parado pero el cuerpo continúa el proceso biológico sin tomar en cuenta la gravedad del sistema ni el dolor espiritual que ha causado su partida…

Ante ella, los vivos quedamos desamparados, ¡entre los hombros hundidos! Cabizbajos, como mantas de plomo llevamos el peso de la melancolía; es una pústula existencial enganchada en la mente que no se cura nunca. En la memoria queda el vacío de la voz ausente, la melodía de su incomprensible distancia, el murmullo de su silencio. En un momento, todo se ha abismado en la sima de los secretos y el misterio de la regla de oro se revela ante la muerte. Entonces experimentamos su presencia de otra manera, más dolorosa y terrible, ¡no podemos evitarlo! El paso del aire se hace angosto en la garganta, una mano la aprieta y deja pasar el aliento como un viento leve, aceitoso, perfumado de jazmín y camposanto…
No obstante tenemos motivos para pensar que todo continua; ¡la muerte no cambia nada substancial! El proceso continúa en otros seres de manera imparable. En vida hay tres veces más bacterias en el cuerpo que células, ellas siguen su curso, la vida perdura en un reciclado total de los componentes. Cuando la actividad del ser termina, el cuerpo sigue activo, se encadena en otras fases materiales, aparecen otras formas de vida y otros seres toman posición ante la luz que desprende el final de un camino. En el caso de la incineración, acontece un hecho extraordinario, nadie puede pararlo. Todo el cuerpo se deviene en energía liberada, la cual se configura de manera directa en el pilar de los procesos vivos; la base sustancial de la regla de oro.
Es asombroso, nada se pierde, todo cambia a escala cósmica, ¡se enlaza el placer con la agonía!

Cantar para estar vivo

Cal lluitar amb esperons de somnis
Entre les dents colpir les armes del pa
Amb l’esquena corbada sobre el terra
A l’alba, cantar-li al sol per a seguir viu

El tema de la muerte ha sido y es un recurso primordial en la creación artística. Lo hemos representado en la pintura, la escultura, el teatro, la poesía, el canto, etc. Ahora, en la televisión, el cine y la prensa escrita tiene una presencia insoslayable y en ocasiones familiar e intranscendente. En la mayoría de los casos es una cita sin gravedad, en otros es tratada con irreverencia infantil y en muchas más una imagen gratuita. Nunca se pasa de la noticia afectada y jamás se proporciona una dimensión razonada al transcendente hecho de dejar de ser. Socialmente la muerte esta marginada, temida y mirada de soslayo. Nadie quiere su trato y ante su estampa caemos aterrados. Ya no nos quedan recursos morales ni argumentos filosóficos para enfrentarnos dignamente a su inevitable presencia…

Desde una perspectiva artística pienso que es crucial recrear y celebrar la vida como el gran motivo; no hay otro de mayor relieve. La trascendente realidad de haber estado aquí, de haber sentido en la piel la caricia del sol, de respirar el aliento que nos anima cada instante, se escapa a toda argumentación ideológica, a toda experiencia estética. El goce que experimentan los sentidos en contacto con el mundo es el fruto de vivir. Así recibimos su ofrenda, eso es todo y es mucho más de lo que podemos soñar. Esa realidad es la que en otros momentos definí como “la realidad estética”, es decir, experimentar la propia vida en el encaje armónico con la naturaleza, religarse con ella como la única manera de ser feliz. Se trata de entender y aceptar la ley de oro para vincularnos de manera reconciliada con el hálito de la vida, aceptar con confianza la inercia que enlaza el placer con la agonía.

Obra de Joan Casals. Pintura acrílica sobre cartón. 110x90 cm. 1988. Colección: Rufino Mesa Assumpta Rosés. 

El consuelo del amor
Pienso que todos los seres aspiran tener el consuelo de ser amados por sus padres y por sus semejantes. Todos los ojos quieren tener el privilegio de ser el centro del mundo; los humanos especialmente nos sentimos el centro de la creación.
Nos adentramos en la complejidad de las cosas porque nos llama el misterio de lo indecible. Buscamos ser amados por el “hacedor” porque mentalmente supone poseer la verdad y eso deriva en protección, justicia y fortaleza…
Deseamos sentirnos balanceados, acunados por la mano del Todopoderoso y para ello nos dejamos caer en el abismo de lo no pensado. Nos conmueven los mundos presentidos y nos sumergirnos en el enigma de lo que no tiene nombre, en ocasiones lo hacemos por pura aventura intelectual; ¡actuamos como enamorados del mundo!. Pero ahí anida el misterio del espíritu humano; el amor también es un impulso material que enlaza el placer con la agonía, El amor es la acción y creación benefactora de nuestra mente y sólo puede habitar en ella mientras transcurre la aventura de la vida. La conciencia de ese hecho es el espejo que vislumbra el juego complejo de las permutaciones materiales en acciones mentales. Es la comprensión de una fase primaria, física, que también enlazaba el placer con la agonía… o lo que es lo mismo: enlazaba el placer de ser con de dolor de dejar de serlo…

Somos criaturas desamparadas que estamos aquí por pura contingencia. Tenemos existencias terminales ya que somos materia en proceso permanente.  Necesitamos saber si nuestras quimeras son verdad y útiles y descubrimos que todo está en un proceso de verificación. Con la práxis descubrimos que no hay verdades permanentes excepto la luz del sol y ya hemos comprendido que también es terminal.  Nos preguntamos si la vida tiene un cometido superior, una etapa inmaterial donde observar las manos del creador. La exégesis del pensamiento consciente es así y se pregunta, se demanda una y otra vez… ¿todo esto tiene algún sentido?
No ha de preocuparnos el hecho de no encontrar sentido a la vida, ella se ha hecho para vivir igual que el pensamiento para pensar sobre lo pensado.  Esta es la raíz del nuevo humanismo, estamos aquí para disfrutar de la compañía de los jilgueros, la sombra de los abedules y la luz de las auroras.  Mientras estamos aquí gozamos los sentidos, tras la muerte desaparecen y con ellos marcha la ilusión, se apagan los espejos del mundo…

Acción de Nuria Fernández. Reus. 27-9-2011

Un ritual de despedida
Ahora suspiran vientos de soledad, quizá soplaron siempre, la verdad es que ante la muerte quedamos abandonados. Una nube umbría acaricia la cima de los sentidos y ya no sabemos que hacer, nos encontramos ante una realidad que no podemos experimentar y menos aún regresar para contar la experiencia. La flecha del tiempo marca una dirección en la consciencia y va del ser al no ser...
Ante la muerte se experimenta el dolor, la duda, la pérdida, el abandono, la liberación, el miedo, la soledad y el desconsuelo. ¡ Ya no sabemos que hacer! ¿Hay que decir las palabras de pésame, dejar fluir los sentimientos, llorar, reír, poner caras tristes, distantes, suntuosas…?
No sabemos administrar el final y no tenemos el consuelo de la palabra; no sabemos conducir el dolor y eso nos llena de aflicción. De hecho, ¡no sabemos nada! Cuando jóvenes no nos han enseñado o no hemos querido aprender. La verdad es que no hemos formulado una reflexión sobre la vida y la muerte conforme a la regla de oro. La naturaleza nos dice que morimos porque estamos vivos y esta, la vida, no puede darse de otra manera... es muy sencillo, es el periodo vital que enlaza el placer con la agonía.

Pienso que hemos abandonado los ritos del pasado muy alegremente, nos fuimos de las promesas del edén porque resultaban increíbles. La verdad es que hemos perdido la inocencia y no nos consuela que en un trance así nos traten como a niños. Nos marchamos pues con cierto desaire, sin tener una reflexión construida, una malla espiritual tejida a la nueva visión del mundo. No disponemos de una moral ajustada al hecho transcendente de morir; en esto no hemos evolucionado absolutamente nada. Ahora nos sentimos espiritualmente desasistidos y físicamente derrotados. ¿Qué nos consuela? ¡nada, el tiempo disuelve lentamente la angustia en el período de duelo! Parece que nos hemos quedado sin palabras, no hay nada para el consuelo. Debemos superar la pérdida en solitario, quizá con la complicidad y ayuda de los familiares y amigos, pero no disponemos de un soporte moral para quedar conformes con el fin de la existencia o su disolución en el misterio del mundo.
Así es en una realidad que cambia a gran velocidad en el paradigma tecnológico, pero constatamos que no cambia la moral, la ética, la falta de comprensión de los enigmas, la superación del terrible dolor de la pérdida. Estamos en un período de tránsito hacia nuevas realidades y todavía no nos sentimos acogidos en un marco ideológico sosegado, no disponemos de un instrumental psicológico conforme con la leyes de la vida. Evolucionar moral y psicológicamente nos podría ayudar a ser más fuertes ante el final. Aceptar sus tiempos: su inicio, el desarrollo de sus fases. Tomar la partida como una manera de no prolongar el dolor y entrar en un tiempo mineral donde acaba toda agonía.
Tradicionalmente este hecho nos sorprendía y nos presentaba las puertas del paraíso como el advenimiento de una etapa indescriptible, en ocasiones oscura e hipotecada por la herencia de lo que habíamos hecho en vida. En la época actual nada de esto empieza atener sentido, hemos perdido la inocencia. El Hades aparece como un relato para niños y empezamos a tratar la muerte como la fase final del ser. Intuimos que si se paraliza el pensamiento lo abandonamos todo. Es la señal clara de que se ha llegado al final del trayecto… mientras tanto…


Lluitar, pugnar per estar actius
Cantar de l’alba al crepuscle
Fatigats ballar, caminar, amar
Il·limitats fins al dia del silenci!

Personalmente pienso que hay que buscar la luz eterna entre los mecanismos y desvelos del mundo físico. Mientras tanto seguimos renqueantes entre dudas y viejas ensoñaciones. Caminamos sin soportes morales, sin esperanzas presentidas, sin razones experimentadas. Avanzamos entre sueños sin saber poner los pies en el suelo, sin aceptar las dependencias y las pertenencias…
¡Seguimos, eso es todo!
Hundidos en la incertidumbre seguimos, continuamos la senda sin el cobijo de las formas, sin el alivio de las palabras que reconfortan. Seguimos adelante sin otear el sutil humo simbólico, sin ver la frontera que nos separa del hecho trascendente de dejar de existir. Ahora no ponemos el óbolo bajo la lengua para que el difunto pague el importe del barquero, sabemos que no hay barquero y el óbolo lo gastamos en un crucero por los mares del sur. Para más gravedad herimos la efímera membrana que sustenta el pensamiento humano, el soporte blanco cuya finalidad es dejar la señal de lo pensado. Así es, en muchos casos se tiran los restos al viento o al mar y nos quedamos sin la palabra escrita, sin la estela de piedra que recuerda por un tiempo el paso por la vida… Para este hecho propongo una solución ética y estética. http://cenizaytierra.blogspot.com/2011/06/alba-v.html

Misterio ante el fin
En ocasiones nos sentimos envueltos en el misterio, asombrados ante el espectáculo del mundo y, de repente, sometidos al terrible zarpazo de la muerte. No obstante la escasez de momentos placenteros, afirmo merece la pena seguir. A pesar de que presentimos que todo es un sueño coronado por la tragedia, ¡merece la pena vivir!  Yo he recibido una aventura emocionada y dolorosa; en ocasiones he quedado vencido pero he remontado cargado de anhelos. Todo mi empeño lo he puesto en la tarea impuesta como escultor. He constatado que el entusiasmo se deviene en placer si puedes depositarlo en la obra y esta la haces con libertad, convicción y compromiso. Que el placer es mayor si puedes compartirla y olvidar con ello los momentos de fatiga. Confieso que mi trabajo ha sido y es una aventura amable y misteriosa, un paseo florecido que he transitado en soledad. Ha sido un regalo de los sentidos que espero apurar hasta el ultimo momento.

Sabemos que marchar a un lugar incomprensible para la mente es doloroso; la extinción de si misma no es admisible ni aceptable para ella, ¡tenemos que entenderlo! La mente es parte importante en el gobierno del cuerpo y la ordenanza de todo sistema es prolongarse hasta allá donde es posible permanecer. La vida debe reproducirse hasta encontrar los límites, evolucionar en armonía con el contexto hasta fusionarse sin traba alguna con las sales de la tierra. Presentado así parece que la materia que nos forma añora la eternidad, pero también busca el hermoso juego de las probabilidades. La vida la rapta y pasa a traves de ella por un tiempo, la cautiva para permitir que nazca en los sentidos la experiencia estética. También podemos pensar que el ser es creado por la materia para que ella pueda contemplarse y ensimismarse con la sublime belleza del mundo. Nosotros, quizá somos testimonios por un instante, ¡tan sólo por un instante!
Personalmente he conocido el duelo y la tristeza; la muerte es un tema que tengo meditado,  quizá no asumido. Llevo años trabajando en la cara oculta de la realidad y me he dibujado en el alma secreta de las piedras. Soy el escultor de la renuncia, de la pérdida y la melancolía, ciudadano permanente del vacío y para colmo, he aliviado a mis semejantes de cavar mi tumba.
“Mi testimonio afectivo dormita en la nada, estoy bastante concienciado para aceptar la muerte, pero no conformado para admitir el dolor”.

Acción de Nuria Fernández en Reus, Joan y yo en un momento distendido. 27-9-2011

Trágico y absurdo
En ocasiones sentimos que la vida no tiene sentido, que estamos interferidos y atrapados en circunstancias incontrolables. Secuestrados por un contexto que nos confisca la libertad y nos vemos abocados a hacer cosas que no deseamos. A su vez, ansiamos cosas a sabiendas de que nos perjudican; no sabemos vivir y lo hacemos entre los soportes de lo ilusorio, desterrados de la comprensión de las leyes naturales. Las contradicciones nos sitúan entre paradojas increíbles y absurdas. La muerte nos ayuda a escapar de todas estas quimeras, en ocasiones es la solución. La muerte se presenta como una tempestad providencial. Es la parte buena de todo el proceso, el rostro luminoso de la ley de oro nos trae la calma y con ella llega la paz.  El juego de la vida y de la muerte tiene la capacidad de disolver todos los problemas en un instante. ¡tan sólo en un instante!

Comprobamos como al tocar, degustar, ver y verbalizar lo desconocido, las sombras temerosas desaparecen. El conocimiento sobre el hecho de morir ahuyenta el miedo. Con la “comprensión de lo misterioso” vemos con otros ojos lo que nos es vedado ver, de esta manera absorbemos la seguridad del suelo, con los pies firmes tomamos el consuelo de la tierra.
Al formular en palabras la realidad que presentimos la descubrimos, al pensarla la iluminamos, la hacemos presente con luz fortalecida. La existencia mental es una formulación amañada, la revelamos y le damos sentido y forma en nuestra mente. La verdad es que trazamos la realidad a nuestra medida y con ella creamos las figuras del consuelo, formulamos metáforas que suelen ser los versos del alma. De ahí emerge la voz que anima espiritualmente nuestro mundo, y de ahí brota la creencia y la constatación del poder del espíritu en la palabra. Lo que no ha sido nombrado reclama serlo y aúlla en la oscuridad de la mente. Si necesitamos otros mundos, otros estados para el sosiego de la mente, los creamos y con ello encontramos el reposo, por un instante, ¡tan sólo por un instante!
Así es el camino de acercamiento al final presentido, una invención, un relato consolador que se acopla al paradigma del pensamiento...

La primera creación se hace en nuestra mente al percibir los matices de las cosas. La luz y el aleteo de la naturaleza nos revela como es el mundo. Nombrar es ordenar el caos; reconocer y designar proporciona aliento y anima todo lo que es inerte, lo hace parte integrada del pensamiento y con ello define quienes somos. Comprender es reconocer, iluminar el hogar donde vivimos y tener cierta seguridad al caminar por un suelo cambiante, movedizo y siempre dispuesto a ser tramposo.

Tenemos que admitir que nos subyuga lo asombroso ya que nuestros ojos son demasiado pequeños para que por ellos entren los picos del Himalaya, los pastizales del Serengeti, la gran reserva del Ngorongoro, las salinas de Uyuni o el desierto de Atacama. De esos escenarios prodigiosos y del rincón más humilde de  la tierra emerge la vida en forma de hierva, de mirlo y de zorzal. En ella germina todo, también los sentimientos cruzados de los humanos. Así nace la conciencia del hecho transcendente, el aleteo de sentirse vivo y ser mortal. El anillo de piedra esta hecho para mitigar el dolor de la soledad y unirnos a los ciclos naturales con ánimo reconciliado, enlazarnos entre el placer y la agonía…

El dolor y la muerte

La presencia de la muerte es inevitable, en setenta u ochenta años todos los seres  humanos de la tierra tendremos que morir. Esa circunstancia nos llena de temor ya que en muchos casos va acompañada de dolor, de sufrimiento y pérdida. Es una realidad que no se puede esquivar, no podemos eludir un echo que nos viene dado por la pura circunstancia de estar vivos. El dolor y el temor destroza la vida, nos llena de dudas y nos aproxima a la muerte. Empequeñecidos y envilecidos, esta se hace cada vez más terrible porque la tenemos cada día más distante. Es desconocida y eso nos aterra, no hablamos sobre ella, no se hace pedagogía para valorar la vida ni para aceptar lo irremediable de la muerte. No hacemos nada para prepararnos a un hecho que nos transciende y nos presenta de súbito el instante decisivo. Así quedamos mudos, paralizados y asombrados ante nuestra diminuta pequeñez.
En las catástrofes, la muerte es una realidad sobrecogedora, un rayo devastador que nos deja sentados en lo irremediable, el padecimiento es tan grande que la mente se evade y se refugia en el delirio. Este estado también se da en los conflictos personales, en ocasiones se puede experimentar una realidad trágica que nos desvía del camino sosegado, nos lleva a destinos inciertos y nos llena de temor. Ante esa situación tenemos que ir a ver el sol cada día y renacer con él…

Mortales entre materia inmortal

La funesta presencia del silencio, la quietud añil ceniza del rostro, la falta de respuesta, la oscuridad luminosa que destilan los ojos, es la imagen de un estado nuevo, un proceso irreversible y a la vez transitorio que nos deja enajenados. No obstante tenemos que pensar que no ha pasado nada que no estuviera pasando ya. La muerte se destila en nosotros como un estado de melancolía permanente. La manera que tenemos para consolarnos en el período de duelo es el ritual y la creación estética, el himno heroico que nos permite luchar contra la incertidumbre y el desamparo... Ella presenta una efigie potente, sobrecogedora; estamos ante la imagen de una verdad liberadora que nos invita a cantar.



L’alè  és un diàfan flux d’energia
Un buf que aviva la trèmula flama del ser
Un murmuri material i permanent
Que enllaça el plaer amb l’agonia


Joan Casals.  A la seva memòria...  2011

Como llamitas quedamos prendidos en aquello que somos, aliento que anima y enciende una masa de ceniza conformada. Estamos confundidos entre el contexto que vivimos y al final del razonamiento nos vemos como materia animada, sumergidos en un proceso de reciclado permanente. Somos llama que se agita y fenece pero estamos construidos con materiales perpetuos. Tras la muerte quedamos apagados, como latido del ser inertes, pero como materia que ha estado siempre activa permanecemos eternamente encendidos…
Es fabuloso escribir los versos del alma con los trazos que dejan las partículas de luz. Esa son mis ocultaciones, el grueso conceptual de mi trabajo como escultor. Si hacemos una proyección visionaria, alucinada, “revelada”, estéticamente podemos ver ese espacio, sentirlo y pensarlo como el edén soñado. Es el alba eterna que se expresa en el concepto de la obra y no necesita representaciones. Mentalmente podemos dibujar en el espacio vacío del átomo, cabalgar las partículas de luz para hacer el viaje más asombroso. Al fin podemos dormir apacibles en el lecho de la materia, en ella quedamos disueltos tras una ráfaga de luz, quizá bajo una mancha oscura.
Por fin volvemos a ser lo que fuimos, materia que resplandece en la marmita del mundo. Deslumbrados entre partículas luminosas regresamos al origen, ¡somos cuantos de luz que se estremecen!
Ya hemos llegado: como piedras pulidas en el fondo de la cueva contemplamos la eternidad, sin decir nada, sin sentir nada. Antes de morir somos sueños con trémulos destellos de consciencia... Tras la muerte todo se ha devenido en materia resplandeciente, ahí culminamos una obra fundamental en el proceso leve de la vida. Ella nos ha ofrecido unos instantes para pensarnos, para vernos, reproducirnos y experimentarnos. ¡Pienso que podemos sentirnos satisfechos!
No obstante lo que acabo de anotar, no me canso de susurrar, ¡hay que luchar para estar vivo, hay que cantarle al alba hasta quedar dormidos!
Pienso que no hay más cielo que este que veo, él que me envuelve cada día con un paño de luz. El sol ilumina mi hogar y bajo él quiero aguantar como un resistente. Sólo el pensarlo me estremece y emociona. Me llena de consuelo tomar el aliento reparador y agradecer a la tierra su generosidad para conmigo. Cada día, al abrir los ojos y ver la luz del sol pienso en la fortuna que tengo; me digo susurrando… he de administrar unas cuantas horas del espectáculo más asombroso. Después llega el crepúsculo, anochece y agoniza detrás de la Musara. El sol también esta sometido a cambios fatales; algún día morirá, ¡no estaré aquí para contarlo…!

Espera pacient forat lluminós

Urna que atresores memòries germinals
Capseta amb sals que varen estar vives
Ets l’espai metafòric que commou

Lloc on el pensament es comprimeix

Excites els ossos, els cobreixes de llums

Els avives fins que volen com neutrins

Espera pacient, no tinguis pressa ...!

Em queden hores de sol per mirar-te

Joan ya hace horas que no me escucha, está entre alientos confundido al otro lado de la vida. Ahora todos los requiebros están demás, todas las preguntas han sido contestadas, sólo su memoria permanece en nosotros y en ella dejo estas palabras para afianzarlo al recuerdo, ¡por un instante, tan sólo por un instante!

Tarragona-Reus 18-10-011

3 comentarios:

  1. Gràcies Rufino per lliurar-te fidel al do de la paraula, per deixar-nos participar dels teus pensaments més íntims i profunds. La teva acceptació serena de la mort, expressada amb perplexitat i lucidesa a l'hora, i amb un equilibri difícil de posseir que no exclou en cap moment un exultant cant a la vida. Una reflexió entranyable arran de la mort de l'amic Joan Casals que ens ha colpit,ens resta el seu record i les seves obres, com tu molt bé dius volem mantenir-lo en la nostra memòria, "ver las pinturas de Joan y conectar con lo que fué su pensamiento."

    ResponderEliminar
  2. com una fugitiva, just quan ningú hi era, vaig robar l'anima del joan, per poder seguir buscant les respostes a les seves preguntes i poder així, regalar-li una mica de vida allí on estigui.
    Me l'imagino volant lliurement sense ales, sense límits, sense la certesa de que el temps s'acaba, contemplant els colors de la vida...
    però l'enyoro.
    gràcies rufino per fer-lo present.

    ResponderEliminar
  3. Gràcies a tu Hermínia: ha estat un ajut important el que siguis una persona oberta, ha estat la manera poder parlar d’un amic i d’un tema que per a molts es tabú. Espero que segueixes el blog i em critiques tot el que puguis, sense pietat, serà la manera de no baixar la guàrdia i fer una feina amb dignitat. Sembla que es una tonteria però en la vida som allò que fem i a mi m’agrada per les coses el millor que puc, però en ocasions em falten ulls per veure les flaqueses del que faig. Qualsevol observació és bona si m’ajuda a repensar el que faig o el que dic...

    ResponderEliminar