domingo, 19 de junio de 2011

El verdugo

El hueco del tirano livio. Foto de Nicolás Echeverría. México. D.F.

El verdugo

El tirano de este relato empezó con el porte y el mensaje del arcángel S. Gabriel y ahora tiene el rostro de los gestores del exterminio. Entre otras torturas y perversidades de la guerra sucia, ha llegado a dar Viagra a sus tropas para que tuvieran más fuerza viril y así humillar al enemigo al violar a sus mujeres. En su juventud fue vencedor en una guerra justa y sus seguidores lo aclamaron como a un héroe iluminado; fulgor que el socialismo revolucionario no ha sabido mantener en ninguna circunstancia. Todas los triunfos del pueblo han sido siempre secuestrados por tiranos que tomaron como suya la victoria, la patria y la bandera.

Su primer encuentro con el poder fue una bendición para el país, parecía que por fin llegaba luz a la tierra quemada por el sol y la desidia de los hombres. Tomó posesión de los poderes, su palabra era ley y gobernó un territorio diverso como un beduino gobierna su jaima. Al igual que Mao Zedong escribió El libro rojo, Saloth Sar, (Pol Pot) Monarquía o democracia y Fidel Castro daba mítines de seis horas, él escribió El libro verde en una tierra seca y lo llevó a las escuelas como si se tratara de la palabra revelada. También como aquellos se creyó en público que era profeta, el guía esperado y su posición en la historia era de condición imprescindible. Se vio así mismo como el iniciador de una dinastía faraónica que cambiaría el norte de África y dedicó esfuerzos ingentes en ensanchar el territorio en todas las direcciones. Sus ideas de grandeza no llegaron más allá del territorio que él había encadenado con palabras y puñales cortos.

El verde, el color de la esperanza, era su color en una patria de negro y arena. Con el petróleo secuestró el pensamiento y la voluntad general del país y se hizo indispensable para la codicia de occidente que mantuvo con él una complicidad permanente. Se le toleró todo tipo de excentricidades, podía pasearse por el mundo como un sátrapa con su corte de “vírgenes” entrenadas en artes marciales, —la guardia amazónica — y mearse en medio de su jaima en una reunión de jefes de estado. La hilaridad y la risa era la solución a una situación cruel vestida de payaso estrafalario o de beduino iluminado. Con su máscara impostada, supo pilotar el poder sin compasión, repartía prebendas y recogía con ello mayores cotas de poder, así hasta convertirse en el verdugo de Libia.

De la codicia de los demás nació el tirano, de la debilidad humana el verdugo, de la complacencia y la ignorancia, el esperpento camuflado con los movimientos revolucionarios de una época. El engaño se extendió por el mundo entre los jóvenes más idealistas. Se le llegó a nombrar el Che Guevara norteafricano; fue una más de las visiones que compartimos. En el 1977 creó la Jamahiriya, el estado de las masas, termino que llegó a emocionarnos a los que habíamos sido resistentes al régimen de Franco. Todo fue una alucinación, la semilla de los sueños que crece en manos sigilosas y se transformó en muro de dolor.
Si darse cuenta se creyó su propio relato y con el mayor de los cinismos creó una de las farsas más sangrientas de la historia política. Con la inteligencia de un felino tomó posesión del territorio y lo sembró de huesos enemigos. En los últimos estertores del régimen proclamaba el amor que le tenía el pueblo, mientras un ejercito de mercenarios bombardeaba las ciudades y destruía los opositores con fuego indiscriminado.

Los relatos sobre el verdugo son interminables, su capacidad de exterminio fue pequeña porque su población lo era y nunca tubo ningún poder fuera de las dictaduras que el mismo ayudó en África. Son remarcables sus compañeros de viaje, Idi Amin y Bokassa. Ayudó a alimentar los delirios revolucionarios, se implicó en la Masacre de Múnich, en el caso de Lockerbie y los grupos terroristas las FARC, el IRA y ETA.

Lo que más me duele de esta historia es que yo celebré su victoria cuando la figura del Che decoraba mi mochila. Hoy me miro las manos y me horroriza ver en ellas las señales del verdugo. Con vergüenza las miro y me hastía totalmente el cinismo de la propaganda política; ¡cuanta mentira se vierte todavía sobre los jóvenes! ¡cuántas maneras hay de vender el engaño! Cuantos tiranos están creciendo sigilosamente entre nosotros… Aquellas asambleas de ilusos son ahora el deshonor en mi memoria y me pongo a pensar si mis quimeras no serán el eco del pasado más remoto, la balada del verdugo que vive oculta entre los sueños. Me pregunto si el carnicero no permanece siempre, por los siglos agazapado, oculto en la mente de cada generación que ansia dar sentido a la palabra justicia. O bien que, entre las ilusiones de juventud, la palabra justicia, libertad, igualdad… son fruto de la emoción noble que nos mantiene en la esperanza: una iluminación estética y delirada que nos precipita en la historia. Quizá es la respuesta deseada que embellece por un instante la cara obscena del mundo. ¡Nada más que eso!

Me sigo preguntando si el movimiento del 15 M no tiene ya sus carniceros larvados, ocultos entre tallos tiernos, camuflados a sabiendas o sin saberlo. Si los movimientos nacionalistas, independentistas y el trasfondo pacifista y ecologista no será una maniobra sutil que nos reserva el destino. Sospecho de todo y de todos; aparte de las palabras, del airear de los signos y las banderas no veo nada realmente constructor en la acción de estos movimientos y si veo algo se parece a una fosa común repleta de cadáveres. Los montes están abandonados y arden como luminarias, los ríos infectados y sucios, los pueblos desertados se hunden, los caminos se pierden y todos hablan de respetar el medio ambiente, de la patria, de la democracia y el bienestar del pueblo. Es una algarabía de charlatanes que cuando tienen el poder se estiran en los sillones de mando como cisnes en un estanque.

De todas maneras hay que seguir adelante, la política es necesaria y el mejor sistema es el que renueva las urnas; por lo menos tenemos la posibilidad enviarlos a casa antes de que terminen el cadalso. No obstante hay que vigilar los movimientos de los que toman el mando, el poder crea dinámicas perversas y saben secuestrar el pensamiento; en ellos está encubada al semilla de los próximos verdugos. ¡Estad atentos queridos , estad atentos!; sean de derechas, de izquierdas, verdes o amarillos, hay que estar siempre vigilando sus armas cortas. Los verdugos matan con tu complacencia, primero llenan los oídos con los gozos de la victoria, después dejan el pecho sin aliento y los campos teñidos del color de adormideras…

2 comentarios:

  1. Núria Fernández ha escrito: "Existe, sin embargo, una loable y legítima ambición, aspiración o deseo de superarse y mejorar, de cuyo logro deriva la verdadera felicidad que ennoblece y dignifica al hombre. Es la de aquel que procura ser útil a la humanidad, que se esfuerza en luchar contra la ignorancia, en contagiar a los demás sus ideas y actitudes positivas, llenas de esperanza y de confianza en sí mismo y en el prójimo. En definitiva, es noble ambición establecer un reto constante consigo mismo de superación para el logro de las condiciones materiales más idóneas que permitan servir provechosamente a nuestros semejantes. La legítima y loable ambición no está en la satisfacción sin medida de los deseos ni en el halago constante de los sentidos o en buscar afanosamente la felicidad en exclusiva para sí mismo, sino en el fomento y desarrollo de nuestra naturaleza espiritual, sembrando alegría, jovialidad, amor y servicio desinteresados. Casi siempre es por falta de elevadas ambiciones, nobles aspiraciones, como entusiasmo, esfuerzo y perseverancia, voluntad y un motivo que dé sentido a !a propia existencia, por lo que fracasan quienes se olvidan de vivir cegados por la raquítica ambición de atesorar riquezas y honores."

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  2. Fantàstic! Benvingut al barri.
    Altacapa

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